"Toda casa ha sido construida por alguien, pero
Dios es quien ha hecho todo lo que existe." (Hebreos 4:3)
Un mayordomo es una persona que ha sido designada a
administrar los bienes de la casa de otra persona. Sabemos que Dios es el
creador de todo cuanto existe y por lo tanto encargó al ser humano a cuidar de
su maravillosa creación.
Dios hizo un planeta maravilloso para deleitarse y que
su criatura más hermosa disfrutara de su belleza y cuidara de ella. En génesis
1:.28, Dios le da la mayordomía al hombre y a la mujer para que gobierne y
administre la tierra: “Y les dio su
bendición: “Tengan muchos, muchos hijos; llenen el mundo y gobiérnenlo; dominen
a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran.»
El Señor es perfecto y todo lo que ÉL creó también es
perfecto. “Pues lo invisible de Dios se puede llegar a conocer, si se
reflexiona en lo que él ha hecho. En efecto, desde que el mundo fue creado,
claramente se ha podido ver que él es Dios y que su poder nunca tendrá fin. Por
eso los malvados no tienen disculpa.” (Romanos 1:20)
Como podemos ver, todo cuanto existe ha sido creado
por Dios, y sólo los necios y malvados son los que creen falsas teorías que los
mantienen en un mundo oscuro y de engaño. Qué triste debe ser sentir sus almas
vacías, pues al negar a la creación, están negando al Dios todopoderoso y al
mismo tiempo rechazando su amor.
Estamos llamados a gobernar nuestras vidas, cuidar de
nuestra alma, nuestro cuerpo y nuestra mente, como también cuidar de las
personas que el Señor puso en nuestras vidas (nuestros hijos, cónyuges,
padres y demás personas que requieran de nuestro amor). Dios es un Dios de
orden, por lo tanto ÉL demanda excelencia de parte de sus hijos. Dice su
palabra que por los frutos nos van a conocer, debemos cuidar nuestra manera de
vestir y de conducirnos. También que haya orden en nuestros hogares. En
proverbios 31:27 podemos ver a la mujer virtuosa que cuida de su hogar con
empeño y dedicación. “Está atenta a la marcha de su casa, y jamás come lo
que no ha ganado.”
"La creación espera con gran impaciencia el
momento en que se manifieste claramente que somos hijos de Dios". (Romanos
8:19)
Somos nosotros, sus hijos, los primeros que debemos
dar el ejemplo en cuidar lo que ÉL en su gran amor nos ha concedido, y ahí,
donde a cada uno nos puso debemos dar testimonio, tanto en lo espiritual como
cuidar el lugar que nos ha tocado vivir. Y enseñar a nuestros hijos y demás
jóvenes a conservar el medioambiente en nuestras ciudades, pueblos, aldeas o
donde quiera que pertenezcamos.
Todos somos responsables y todos daremos cuentas de lo
que pudimos haber hecho y no hicimos. No necesitamos pertenecer a una gran
organización, ni ser políticos, ni ser ricos, para poner un granito de arena y
tratar de que el lugar en que vivimos sea un poquito mejor. Podemos hacer cosas
muy sencillas, como mantener limpias las calles no botando la basura, barrer los alrededores de nuestras casas y recoger la basura. Despojémonos del
respeto humano. Pensamos que si no tenemos quien haga las cosas por nosotros,
nos van a ver de menos si lo hacemos. Pero si empezamos a cambiar nuestra mente
y todo lo hacemos para el Señor, nuestra percepción cambiará. “Todo lo que
hagan, háganlo de buena gana, como si estuvieran sirviendo al Señor y no a los
hombres. Pues ya saben que, en recompensa, el Señor les dará parte en la
herencia. Porque ustedes sirven a Cristo, que es su verdadero Señor.” (Colosenses 3:23:24)
Es lamentable que a consecuencia de las ambiciones
desmedidas, la Tierra está agonizando, y que el propósito de Dios con su
creación, sea el mismo hombre quien lo está acabando, a causa del pecado. La
naturaleza está pasando la factura, la tala de árboles en todo el mundo está
causando el calentamiento global, la contaminación de las aguas con los
derrames de petróleo y otras sustancias tóxicas están terminando con la vida
marina, la contaminación del aire y del agua dulce matando aves y ganado. Los
gobiernos y las grandes transnacionales están más interesados en enriquecerse
que velar por el bienestar de este planeta, olvidándose que ellos están para
dar soluciones e impulsar proyectos para el desarrollo de sus países.
Hagamos nosotros lo que nos toca, no busquemos
pretextos, ser pobres o ricos no es excusa para ser indiferentes. La
indiferencia es un pecado. No nos quedemos calladas y denunciemos si vemos que la
basura se está botando fuera de su lugar. Pareciera que los cauces han
sustituido los contenedores. Sembremos árboles, cuidemos de los animales que
son un regalo de Dios. Pensemos en el mundo que estamos heredando a la
generación que nos sigue. Mantengamos nuestros hogares limpios, así estaremos libres
de enfermedades y venceremos la tristeza y depresión, pues en un hogar sucio y
desordenado no puede existir la alegría.
Y lo más importante, oremos para que el Señor nos dé
sabiduría, para no seguir con la indiferencia, el egocentrismo y orgullo que
satanás ha sembrado en los corazones para destruir la obra perfecta de Dios.
"El cielo proclama la gloria de Dios; de su
creación nos habla la bóveda celeste". (Samo19:2)
¡Bendiciones!
Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”