“Porque todo el que es hijo de Dios vence al mundo. Y nuestra fe nos ha
dado la victoria sobre el mundo. El que cree que Jesús es el hijo de Dios vence
al mundo” (1 juan 5:4.5)
Creemos que Jesús es el hijo de Dios y que vino al mundo para salvarnos
de la muerte eterna y rescatarnos del infierno al cual estábamos destinados a
causa del pecado. Pero dice Juan en este versículo que el que cree que Jesús es
el hijo de Dios vence al mundo. No se refiere sólo creer por creer, sino
que la fe que tenemos al creer en ÉL nos lleva a amarlo y obedecer sus
mandatos, pues Satanás más que nadie sabe que Jesús es el hijo de Dios, y
también sabe que él está derrotado, pues Jesús lo derrotó en la cruz cuando
pagó con su preciosa sangre nuestra salvación. “Pero Dios prueba que nos ama, en
que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8)
“Antes ustedes estaban muertos a causa de las maldades y pecados en que
vivían, pues seguían el ejemplo de este mundo y hacían la voluntad de aquel
espíritu que domina en el aire y que anima a los que desobedecen a Dios”
(Efesios 2:1.2)
Antes de que llegáramos al conocimiento pleno del amor de Dios a través
de su Hijo Jesucristo, estábamos muertos espiritualmente y le dábamos la
acogida al pecado de todas las formas que se nos manifestara. Queríamos agradar
al mundo y hacíamos todo aquello que Dios aborrece. Muchos estábamos en
rebeldía, en chismes, egoísmos, envidias, mentiras, en vicios, adulterio,
fornicación, pornografía. Algunos llegaron a niveles más profundos con
prácticas ocultistas, como el satanismo en todas sus expresiones, brujerías,
lecturas de cartas, la ouija, o diferentes prácticas que proceden del mismísimo
infierno. O tal vez en cosas que aparentemente eran buenas pero que le quitaban
la gloría a Dios.
“Que nadie de ustedes ofrezca en sacrificio a su hijo haciéndolo pasar
por el fuego, ni practique la adivinación, ni pretenda predecir el futuro, ni
se dedique a la hechicería, ni a los encantamientos, ni consulte a los adivinos
y a los que invocan a los espíritus, ni consulte a los muertos. Porque al Señor
le repugnan los que hacen estas cosas. Y si el Señor su Dios arroja de la
presencia de ustedes a estas naciones, es precisamente porque tienen esas
horribles costumbres. Ustedes deben ser perfectos en su relación con
Dios.” (Deuteronomio 18:10:13)
Debemos tener mucho cuidado si creemos en Dios y en su hijo Jesús
y aún tenemos algunas creencias abominables que nos separan de la presencia de
nuestro señor. Todo esto tiene graves consecuencias, pues lo único que Satanás
puede dar son desgracias y derrotas. Por un tiempo aparentará que se va por
buen camino, pero las maldiciones llegan cuando se abren las puertas con
el pecado y prácticas demoniacas, y el resultado es pobreza, miseria,
enfermedades, depresiones, divorcios, amargura, suicidio, etc.
“Cristo mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para
que nosotros muramos al pecado y vivamos una vida de rectitud. Cristo fue
herido para que ustedes fueran sanados” (1 Pedro 2:23)
¡Qué grande amor de Dios para nosotros! Tanto nos ama que envió a su
hijo Jesús a dar su vida por la nuestra. Siendo nosotros tan pecadores y
necios, aún nos tiene paciencia, porque así es el amor, paciente. La
humanidad transgredió las leyes establecidas por Dios y le abrió el
camino a Satanás, ya no había nada que hacer, todos íbamos al despeñadero, pero
en su gran misericordia, Jesús nos rescató. Pagó la deuda que nosotros
teníamos que pagar por la desobediencia.
“Dios anuló el documento de deuda que había contra nosotros y que nos
obligaba; lo eliminó clavándolo en la cruz. Dios despojó de su poder a
los seres espirituales que tienen potencia y autoridad, y por medio de Cristo
los humilló públicamente llevándolos como prisioneros en su desfile victorioso”
(Colosenses 2:14.15)
Y esta es nuestra fe, la fe que vence al mundo, pues todo aquel que cree
que Jesucristo es el Señor será salvo. Pero la fe conlleva el arrepentimiento,
la obediencia, el amor y la búsqueda constante de su voluntad. Abrimos puertas
y permitimos que entraran demonios a nuestras vidas, pero en el nombre de Jesús
han sido cerradas, somos libres de todo tipo de maldiciones, de enfermedades,
angustias y sufrimientos, pues cuando le damos acogida al Espíritu Santo, ÉL
nos llena de paz, amor, gozo, bondad, paciencia y dominio propio que son los
frutos que se manifiestan en los hijos de Dios y los cuales nos mantienen
firmes en medio de cualquier circunstancia difícil que estemos enfrentando.
Pero con la fe es que obtenemos la victoria que ya nos ha sido dada, pues Jesús
hizo todo por nosotros. Pero debemos creerle con un corazón sincero y
humilde.
“Pero no es posible agradar a Dios sin tener fe, porque para acercarse a
Dios, uno tiene que creer que existe y que recompensa a los que lo buscan”. (Hebreos 11:6)
La palabra de Dios está llena de promesas, pero estas promesas son para
aquellos que la creen sin dudar. Dios es fiel y cumple lo que promete. “Porque ustedes tienen muy poca fe.
Les aseguro que si tuvieran fe, aunque sólo fuera del tamaño de una semilla de
mostaza, le dirían a este cerro: “Quítate de aquí y vete a otro lugar”, y el
cerro se quitaría. Nada les sería imposible”. (Mateo 17:20)
Depende de nosotros tener una vida victoriosa. Si decidimos creerle,
obedecerle y buscar su voluntad en cada decisión de nuestras vidas. No es
con un espíritu de religiosidad que lo vamos agradar, con largas oraciones o
haciendo obras para ganar méritos, sino aceptando que sea Jesús quien tome el control
total de nuestras vidas, pues ÉL más que nadie conoce nuestras necesidades
espirituales y materiales.
“Y Jesús les dijo:
—Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca tendrá hambre; y el
que cree en mí, nunca tendrá sed.” (Juan 6:35)
¡Bendiciones!
Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”