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jueves, junio 18, 2020

Más que vencedores





Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito: A los que de antemano Dios había conocido, los destinó desde un principio a ser como su Hijo, para que su Hijo fuera el mayor entre muchos hermanos. (Romanos 8:28.29)

El planeta se encuentra angustiado y aterrorizado por el virus que lo azota, no es para menos, estamos ante un enemigo invisible que está matando muchas personas de todas la razas, edades y clases sociales, y ha puesto de cabeza a los científicos que  buscan desesperadamente la cura. Vino a trastocar los planes y proyectos de naciones, empresas, organismos, familia y metas personales.

Además de lidiar con un virus mortal, en la mayoría de naciones  se están viviendo dificultades económicas y sociopolíticas muy serias, lo que ocasiona tristeza y desilusión. Todo lo que se vislumbra no es alentador si lo vemos desde el plano natural, pues la maldad avanza llevándose todo de encuentro. Se le ha dado la espalda a Dios, y se ha dado lugar al egocentrismo y a la ambición desmedida que ha enceguecido a muchos, haciendo que se cometan los peores actos de crueldad hacia la misma humanidad. 

Satanás odia a Dios, por lo tanto odia toda su creación.  Satanás desde la fundación del mundo ha tomado el control del ser humano, aprovechándose de la libertad que  Dios  nos dio para decidir. Dios en su gran amor nos dio libre albedrío, pues el amor es libertad, y cada uno de nosotros decidimos quien nos gobierne; si los gobernadores de las tinieblas o el Santo Espíritu de Dios. Por lo que Dios, conociendo las artimañas del enemigo nos da a conocer a quienes nos enfrentamos, y nos enseña  como protegernos.                                                                                  

"Y ahora hermanos,  háganse fuertes en unión con el Señor, por medio de su fuerza poderosa. Protéjanse con toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan estar firmes contra lo engaños del diablo. Porque no estamos luchando contra gente de carne y hueso, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre este mundo oscuro" (Efesios 6.10.12)

Nada de esto debería estar sucediendo, pues Dios diseñó un plan perfecto para todos nosotros, pero como sabemos, todo tiene un efecto. La desobediencia a lo establecido por Dios tiene gravísimas consecuencias, dando lugar a que demonios tomen el control de las almas separadas de Dios, y sino nos rendimos a Él, nada nos puede salvar. Pero para dicha de nosotros, tenemos a un Dios maravilloso que nos ama tanto, que a causa del pecado envió a  Jesús su único Hijo, para que diera su vida por nosotros,  dándonos la libertad al derramar su Preciosa Sangre en la cruz. Pero no solo basta en creer en Jesús, sino en creerle, obedecerle, amarle, y permitir que sea el Espíritu Santo quien guie nuestras vidas.

"El ladrón viene solamente para robar, matar y destruir; pero yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (Juan 10:10)  

Todas las cosas son para bien para los que le aman, suena absurdo que de algo malo pueda salir algo bueno, pero si entendemos que el Señor desea nuestros corazones para bendecirnos y llenarnos de su amor, nos daremos cuenta que solo a través del sufrimiento podemos reflexionar sobre nuestras acciones, y  que por nosotros mismos no somos absolutamente nada. Somos de gran valor,  pero es por el precio que Jesús pago por nosotros, su preciosa Sangre. 

Esta terrible pandemia que está afectando al mundo va a pasar tarde o temprano, pero es una oportunidad que tenemos para un cambio sincero en nuestros corazones, sacar  la amargura, el odio, el resentimiento, el  egoísmo y cualquiera otra maldad que nos separa de Dios, dando oportunidad a la fe, a la paz, pero sobre todo al amor, y de  esa manera nuestras oraciones serán escuchadas,  recibiendo las promesas de bendición y protección que nos han sido dadas.

"Pero en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó" (Romanos 8:37)

Somos más que vencedores porque Jesús fue quien venció, no son nuestros méritos o sacrificio alguno de nuestra parte, sino por rendir nuestro corazón al arrepentirnos de nuestras maldades y permitir que Él nos inunde con su amor.


!El Señor les bendiga!


Versión bíblica: Dios Habla Hoy