“Se
reviste de fuerza y dignidad, y el día de mañana no le preocupa. Habla siempre
con sabiduría y da con amor sus enseñanzas”. (Proverbios 31.25.26)
Podemos ver que la mujer virtuosa de proverbios 31 se
caracteriza por la templanza, que es tener dominio propio sobre sí misma, y es un
fruto del Espíritu Santo. Una mujer con dominio propio reacciona
equilibradamente ante las situaciones que le presenta la vida, pues tiene la
capacidad de controlar sus emociones y dominar los impulsos que la puedan hacer
actuar con necedad.
Todas las mujeres tenemos la emociones a flor de piel,
eso nos hace especiales, ya que somos sensibles a sentimientos nobles si estamos
sujetas al Espíritu Santo. Pero cuando actuamos por nosotras mismas y damos
rienda suelta a nuestros impulsos, somos
capaces de causar mucho daño, ya que nos volvemos hirientes y somos causa de
resentimientos en las personas que nos rodean. En cambio, lo que el Espíritu
produce es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,
humildad y dominio propio. No hay ninguna ley que condene cosas como éstas. Y
los que son de Jesucristo, ya han crucificado la naturaleza del hombre pecador
junto con sus pasiones y malos deseos. Si ahora vivimos por el Espíritu,
dejemos que también el Espíritu nos guíe (Gálatas 5.22.25)
Jesús conocía la naturaleza humana, sabía que por sí solo
era imposible que el ser humano se sujetara y cumpliera con sus mandatos. Y en
su gran amor y misericordia al dar su vida por la nuestra, no nos dejó solos,
nos dejó al consolador y ayudador para que a través de Él se desarrollaran los
frutos que se manifiestan en una vida que ama a Dios.
“Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. Y yo
le pediré al Padre que les mande otro defensor, el Espíritu de la verdad, para
que esté siempre con ustedes. Los que son del mundo no lo pueden recibir,
porque no lo ven ni lo conocen, porque él está con ustedes y permanecerá
siempre con ustedes”. (Juan 14. 15.17)
El Espíritu Santo nos revela
cuando no estamos actuando de manera correcta, debemos confrontarnos a nosotras
mismas cuando nuestras emociones y los impulsos de orgullo y egoísmo nos están
separando de una relación plena con Dios y con las personas que están en
nuestras vidas. Muchas veces el orgullo nos ciega y no podemos ver con claridad
en que estamos fallando y buscamos la vía más fácil que es acusar a los demás.
Pero el Señor desea que seamos como la mujer virtuosa que se reviste de fuerza
y dignidad para reconocer con humildad nuestro pecado y arrepentirnos, pues Él
siempre está ahí para perdonarnos y darnos su amor.
Una mujer digna se comporta con
respeto a sí misma y a los demás, y por esa razón debemos dominar nuestras
emociones de ira, celos, envidia, chisme, hipocresía, no hablar más de lo debido ni levantar
calumnias. Ganemos el respeto que merecemos como hijas de Dios, honrándole a Él
y pidiéndole al Espíritu Santo que sea nuestro guía y que nos revele el pecado
para que podamos arrepentirnos y ser libres y tener una vida victoriosa.
Recordemos que hemos sido salvas
por gracia. Jesús al dar su vida por nosotros nos hizo libres, se llevó el
pecado juntamente con Él. Pero depende de nosotros mantener esa libertad, y
para eso nos fue mandado el Espíritu Santo, para ayudarnos a vencer las
debilidades, pero antes debemos reconocerlas y trabajar en ellas. No
contristemos al Espíritu Santo que vive en nosotros.
Si todavía no le hemos abierto nuestro corazón a Jesús, digámosle: Señor Jesús, vengo ante ti para
pedirte perdón por todos mis pecados, moriste en la cruz para que fuera salva y
tenga la vida eterna, pero mientras yo esté en esta vida, permíteme ser portadora paz y amor donde tú
quieras que yo esté.
Amén
Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”