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martes, julio 31, 2018

La dignidad de los hijos de Dios


¿Qué es dignidad? Dignidad es cuando se está  consciente del valor que se tiene como ser humano, hay respeto para sí mismo y para los demás. Se tiene la libertad de pensar, crear y superarse, y no se permite ser  controlado,  humillado, ni despreciado.
Todo ser humano es digno, tiene derecho a ser valorado y respetado. Esa es la voluntad de Dios y el plan perfecto que diseñó para la humanidad, pero fue trastocado a causa del orgullo, la ambición, y el egoísmo que entró al mundo a causa de la desobediencia a nuestro creador.

Cada uno de nosotros somos una gran obra maestra creada por Dios, pero al habernos separado de Él a causa del pecado, el enemigo, que es Satanás, vino a torcer en la humanidad la verdad, haciendo creer en algunos que son tan indignos que merecen todo lo malo que les ocurre, hasta el punto de ser manipulados y humillados, permitiendo que se arraigue el espíritu de inferioridad y conformismo. Y en otros, les hace  creer que son todopoderosos y que están destinados a controlar y avasallar la vida de los demás.

Dios es eterno y su palabra permanece para siempre, no es de doble ánimo, es firme, fiel y justo,  y su  amor es inquebrantable. Todo lo que Él creó, lo hizo con amor, y al ser humano lo hizo a su imagen y  semejanza para  su deleite,  y para que el hombre y la mujer se regocijaran con su presencia. “Entonces dijo: “Ahora hagamos al hombre a nuestra imagen. El tendrá poder sobre los peces, las aves, los animales domésticos y los salvajes, y todos los  que se arrastran sobre el suelo’ Cuando Dios creó al hombre, lo creó a su imagen; varón y mujer los creó” (Génesis 1: 26.27).   Dios le dio autoridad al hombre y a la mujer para que señorearan la tierra, nunca dijo que unos iban a señorear sobre otros  y los harían sentir inferiores, ni que los humillaran, mucho menos manipularan.

Si fuimos hechos a su imagen, es porque Él nos considera muy importantes, especiales y únicos. Por tal razón, Satanás nos odia, pues odia a Dios y odia su perfecta creación, nosotros. La mayoría de las personas no se dan cuenta de eso, y se dejan seducir por sus mentiras disfrazadas, con las cuales ha hecho caer gran parte de la humanidad desde que el mundo fue creado, y sigue actuando de la misma manera, utilizando al mismo ser humano para llevar a otros a la esclavitud, pobreza, miseria, humillación, opresión, muerte y destrucción. Satanás en su afán de querer igualarse a Dios, quiere demostrar su poder en aquellos que se le han sometido, pero todo lo que el ofrece es todo lo contrario a los bendiciones que Dios da a sus hijos, pues él vino a engañar para llevar almas al infierno. Por eso Jesús nos dice en Juan 10:10: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.   

“Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. (Juan 3:16). ¡Qué amor tan grande e inmerecido nos tiene Dios! Después que le hemos fallado, le dimos la espalda y optamos por el pecado, aún nos sigue amando, a tal punto que envió a su Hijo amado a pagar el precio por nosotros, y Jesús pagó un precio muy alto al derramar su preciosa sangre que nos limpia del pecado y nos permite tener comunión con el Padre a través de Él. Somos tan valiosos, que Jesús dio su vida por nosotros, para que tengamos una vida plena, pues la palabra de Dios está llena de promesas para sus hijos, aquellos que le han abierto su corazón  de par en par, y se han arrepentido de rechazarle y desobedecerle, y han creído en Jesús como su Señor y  salvador.

Aquellos que se consideran hijos de Dios por creer en su Hijo Jesús, amarle y obedecerle,  han recibido una maravillosa promesa, el Espíritu Santo. Él habita en cada uno, somos su templo donde Él habita para defendernos, guiarnos y darnos la dignidad de hijos de Dios. “¿Acaso no saben ustedes que son templo de Dios, y que el Espíritu de Dios vive en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo, y ese templo son ustedes mismos” (1 corintios 3:16,17).

“Porque Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino un espíritu se poder, de amor y de buen  juicio” (2 Timoteo 1:7). No somos nosotros, es el Espíritu Santo que nos da el poder a través de la fe para vencer cualquier circunstancia. No debemos temerle a nada, ni a nadie, si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Somos libres por la sangre de Jesús. El Espíritu Santo pone el amor en nuestros corazones y el dominio propio a nuestras debilidades. No solo basta creer en Dios, hay que creerle, para eso es importante conocer su palabra. 

Cuando tenemos claro quiénes somos como hijos de Dios, es cuando se eleva nuestra dignidad. Debemos caminar en humildad, pero sin permitir que se confunda con falta de carácter o miedo. La humildad es reconocer que toda la gloria es para Dios, estamos llamados a amar, servir, y trabajar,  pero sin comprometer nuestra dignidad.
Les animo a conocer, creer y vivir la palabra de Dios, para experimentar todos los  derechos que nos han sido otorgados como hijos de Dios.

¡¡Bendiciones!!


Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”