¿Qué
es dignidad? Dignidad es cuando se está
consciente del valor que se tiene como ser humano, hay respeto para sí
mismo y para los demás. Se tiene la libertad de pensar, crear y superarse, y no
se permite ser controlado, humillado, ni despreciado.
Todo
ser humano es digno, tiene derecho a ser valorado y respetado. Esa es la
voluntad de Dios y el plan perfecto que diseñó para la humanidad, pero fue
trastocado a causa del orgullo, la ambición, y el egoísmo que entró al mundo a
causa de la desobediencia a nuestro creador.
Cada
uno de nosotros somos una gran obra maestra creada por Dios, pero al habernos
separado de Él a causa del pecado, el enemigo, que es Satanás, vino a torcer en
la humanidad la verdad, haciendo creer en algunos que son tan indignos que
merecen todo lo malo que les ocurre, hasta el punto de ser manipulados y
humillados, permitiendo que se arraigue el espíritu de inferioridad y
conformismo. Y en otros, les hace creer
que son todopoderosos y que están destinados a controlar y avasallar la vida de
los demás.
Dios
es eterno y su palabra permanece para siempre, no es de doble ánimo, es firme,
fiel y justo, y su amor es inquebrantable. Todo lo que Él creó,
lo hizo con amor, y al ser humano lo hizo a su imagen y semejanza para
su deleite, y para que el hombre
y la mujer se regocijaran con su presencia. “Entonces dijo: “Ahora hagamos al hombre a nuestra imagen. El tendrá poder sobre los
peces, las aves, los animales domésticos y los salvajes, y todos los que se arrastran sobre el suelo’ Cuando Dios
creó al hombre, lo creó a su imagen; varón y mujer los creó” (Génesis 1: 26.27). Dios
le dio autoridad al hombre y a la mujer para que señorearan la tierra, nunca
dijo que unos iban a señorear sobre otros
y los harían sentir inferiores, ni que los humillaran, mucho menos
manipularan.
Si
fuimos hechos a su imagen, es porque Él nos considera muy importantes, especiales
y únicos. Por tal razón, Satanás nos odia, pues odia a Dios y odia su perfecta
creación, nosotros. La mayoría de las personas no se dan cuenta de eso, y se
dejan seducir por sus mentiras disfrazadas, con las cuales ha hecho caer gran
parte de la humanidad desde que el mundo fue creado, y sigue actuando de la
misma manera, utilizando al mismo ser humano para llevar a otros a la
esclavitud, pobreza, miseria, humillación, opresión, muerte y destrucción.
Satanás en su afán de querer igualarse a Dios, quiere demostrar su poder en
aquellos que se le han sometido, pero todo lo que el ofrece es todo lo contrario
a los bendiciones que Dios da a sus hijos, pues él vino a engañar para llevar
almas al infierno. Por eso Jesús nos dice en Juan 10:10: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido
para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.
“Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para
que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. (Juan 3:16).
¡Qué amor tan grande e inmerecido nos tiene Dios! Después que le hemos fallado,
le dimos la espalda y optamos por el pecado, aún nos sigue amando, a tal punto
que envió a su Hijo amado a pagar el precio por nosotros, y Jesús pagó un
precio muy alto al derramar su preciosa sangre que nos limpia del pecado y nos
permite tener comunión con el Padre a través de Él. Somos tan valiosos, que
Jesús dio su vida por nosotros, para que tengamos una vida plena, pues la
palabra de Dios está llena de promesas para sus hijos, aquellos que le han
abierto su corazón de par en par, y se
han arrepentido de rechazarle y desobedecerle, y han creído en Jesús como su
Señor y salvador.
Aquellos
que se consideran hijos de Dios por creer en su Hijo Jesús, amarle y
obedecerle, han recibido una maravillosa
promesa, el Espíritu Santo. Él habita en cada uno, somos su templo donde Él habita
para defendernos, guiarnos y darnos la dignidad de hijos de Dios. “¿Acaso no saben ustedes que son templo de
Dios, y que el Espíritu de Dios vive en ustedes? Si alguno destruye el templo
de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo, y ese
templo son ustedes mismos” (1 corintios 3:16,17).
“Porque Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino un
espíritu se poder, de amor y de buen
juicio” (2 Timoteo 1:7). No somos nosotros,
es el Espíritu Santo que nos da el poder a través de la fe para vencer
cualquier circunstancia. No debemos temerle a nada, ni a nadie, si Dios está
con nosotros, ¿quién contra nosotros? Somos libres por la sangre de Jesús. El
Espíritu Santo pone el amor en nuestros corazones y el dominio propio a nuestras
debilidades. No solo basta creer en Dios, hay que creerle, para eso es
importante conocer su palabra.
Cuando tenemos claro quiénes somos como hijos
de Dios, es cuando se eleva nuestra dignidad. Debemos caminar en humildad, pero
sin permitir que se confunda con falta de carácter o miedo.
La humildad es reconocer que toda la gloria es para Dios, estamos llamados a
amar, servir, y trabajar, pero sin
comprometer nuestra dignidad.
Les animo
a conocer, creer y vivir la palabra de Dios, para experimentar todos los derechos que nos han sido otorgados como
hijos de Dios.
¡¡Bendiciones!!
Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”