“Aquel mismo día salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del lago. Como se reunió mucha gente, Jesús subió a su barca y se sentó, mientras la gente se quedaba en la playa. Entonces se puso a hablarles de muchas cosas por medio de parábolas. Les dijo: Un sembrador salió a sembrar. Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y llegaron las aves y se las comieron. Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra, esa semilla brotó pronto, porque la tierra no era muy honda, pero el sol, al salir, la quemó, y como no tenía raíz, se secó. Otra parte de la semilla cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron. Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio buena cosecha, algunas espigas dieron cien granos por semilla, otros sesenta granos, y otros treinta. Los que tengan oídos que oigan” Mateo 13:1.6)
Para
que una semilla germine debe ser sembrada en tierra fértil. Esta tierra es
fértil cuando tiene los nutrientes
necesarios que han sido obtenidos por la descomposición de microorganismos o
pequeños organismos. El agua y el oxígeno son fundamentales para que las raíces
se desarrollen sanas y fuertes y así crezca una hermosa planta que dé mucha
cosecha.
Cuando
la semilla cae sin ser enterrada en la tierra, es alimento seguro para las
aves. Cuando cae en tierra árida o pedregosa, se seca al estar expuesta al sol, o si la planta no se cuida y se deja crecer
la maleza o espinos junto con ella, se ahoga al no obtener suficientes
minerales, agua y sol, lo que no le
permite crecer.
Jesús
hizo esta comparación cuando le habló a la gente que le seguía. La tierra a la que
se refiere es nuestro corazón, y la semilla es su palabra. Cuando decidimos ser
sembradores de la palabra de Dios, nos encontramos estas cuatro formas en que
su palabra cae en los corazones de quienes la escuchan. Cuando la semilla cae en
el camino y las aves se la comen, es cuando llevamos el mensaje y la persona
que lo escucha no lo entiende por no haber oído lo suficiente, o por falta de interés.
La
semilla que cae en la piedra es aquella palabra que se escuchó pero que no
penetró profundamente. Se captó en la mente, pero no en el corazón. Y cuando
llegan circunstancias adversas la fe es arrancada, o si
es una situación de dicha, la palabra se olvida. Los espinos son los afanes,
las preocupaciones y la vanagloria de la vida. Estamos tan
afanados en nuestros asuntos que nos olvidamos que todo lo que somos y poseemos
es por la misericordia y el amor de nuestro Dios. De manera que de estas tres
formas la palabra de Dios muere en nuestros corazones y vivimos la vida sin
sentido, dejándonos llevar por la
corriente de este mundo.
La
tierra fértil es aquella donde la palabra penetra hasta lo más profundo del
corazón y recibe revelación de lo que Jesús hizo por su vida. La semilla de la
fe germina hasta desarrollarse en un frondoso árbol que produce mucho fruto. Es
cuando se sabe que uno vino a este mundo con un propósito especial que cumplir,
pero que un día se disfrutará de la presencia de su creador. El fruto más
hermoso que produce un corazón fértil es el amor. Lo acompañan la fe, la
paciencia, el gozo y la paz. Dijo Jesús
que por los frutos se conocerían aquellos que estaban unidos a Él.
“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la
cultiva. Si una de mis ramas no da uvas, la poda y la limpia, para que dé más.
Ustedes ya están limpios por las palabras que les he dicho. Sigan unidos a mí
como yo sigo unidos a ustedes. Una rama no puede dar uvas por sí misma, sino
está unida a la vid, de igual manera, ustedes no pueden dar fruto, sino
permanecen unidos a mí. Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que
permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí ustedes no pueden hacer nada” (Juan 1:5)
Cuando
llegamos a amar y a conocer verdaderamente a Jesús, somos como una rama que se alimenta
del tronco. El tronco es Jesús y nosotros las ramas. Una rama que se corta
muere, si nosotros no tenemos a Jesús en nuestras vidas, somos ramas muertas y
no podemos dar frutos. Difícilmente podemos entender su palabra y no podemos
entender lo que es vivir por fe. Nuestro amor es limitado y el gozo y la paz
depende solamente de las circunstancias buenas que se nos presentan. Pero en la
vida tenemos que pasar por muchas situaciones, unas duras y otras agradables.
En la poda es que se conoce el verdadero carácter de un hijo de Dios. Es
importante ser podado para crecer con fuerza.
Jesús
le dijo a Tomás: “Yo soy el camino, la
verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre”. Sólo estando
unidos a Jesús es que podemos dar frutos agradables al Padre. Somos limpios por
la sangre de Jesús y es el Espíritu
Santo el que nos concede desarrollar
preciosos frutos y dones para cumplir con el maravilloso propósito de nuestro
Dios.
Cuidemos
nuestro corazón de todo aquello que va en contra de la fe y permitamos que su
palabra nos revele su amor y el plan de vida que Él tiene para cada uno de
nosotros.
¡Bendiciones!