Vistas a la página totales

jueves, junio 30, 2016

¿Qué clase de cosecha estoy dando?


“Aquel mismo día salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del lago. Como se reunió mucha gente, Jesús subió a su barca y se sentó, mientras la gente se quedaba en la playa. Entonces se puso a hablarles de muchas cosas por medio de parábolas. Les dijo: Un sembrador salió a sembrar. Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y llegaron las aves y se las comieron. Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra, esa semilla brotó pronto, porque la tierra no era muy honda, pero el sol, al salir, la quemó, y como no tenía raíz, se secó. Otra parte de la semilla cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron. Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio buena cosecha, algunas espigas dieron cien granos por semilla, otros sesenta granos, y otros treinta. Los que tengan oídos que oigan” Mateo 13:1.6)

Para que una semilla germine debe ser sembrada en tierra fértil. Esta tierra es fértil  cuando tiene los nutrientes necesarios que han sido obtenidos por la descomposición de microorganismos o pequeños organismos. El agua y el oxígeno son fundamentales para que las raíces se desarrollen sanas y fuertes y así crezca una hermosa planta que dé mucha cosecha.

Cuando la semilla cae sin ser enterrada en la tierra, es alimento seguro para las aves. Cuando cae en tierra árida o pedregosa, se seca al estar expuesta al sol,  o si la planta no se cuida y se deja crecer la maleza o espinos junto con ella, se ahoga al no obtener suficientes minerales, agua y sol, lo que  no le permite crecer.  

Jesús hizo esta comparación cuando le habló a la gente que le seguía. La tierra a la que se refiere es nuestro corazón, y la semilla es su palabra. Cuando decidimos ser sembradores de la palabra de Dios, nos encontramos estas cuatro formas en que su palabra cae en los corazones de quienes la escuchan. Cuando la semilla cae en el camino y las aves se la comen, es cuando llevamos el mensaje y la persona que lo escucha no lo entiende por no haber oído  lo suficiente, o por falta de interés.

La semilla que cae en la piedra es aquella palabra que se escuchó pero que no penetró profundamente. Se captó en la mente, pero no en el corazón. Y cuando llegan circunstancias adversas la fe es arrancada, o si es una situación de dicha, la palabra se olvida. Los espinos son los afanes, las  preocupaciones  y la vanagloria de la vida. Estamos tan afanados en nuestros asuntos que nos olvidamos que todo lo que somos y poseemos es por la misericordia y el amor de nuestro Dios. De manera que de estas tres formas la palabra de Dios muere en nuestros corazones y vivimos la vida sin sentido, dejándonos llevar por  la corriente de este mundo.

La tierra fértil es aquella donde la palabra penetra hasta lo más profundo del corazón y recibe revelación de lo que Jesús hizo por su vida. La semilla de la fe germina hasta desarrollarse en un frondoso árbol que produce mucho fruto. Es cuando se sabe que uno vino a este mundo con un propósito especial que cumplir, pero que un día se disfrutará de la presencia de su creador. El fruto más hermoso que produce un corazón fértil es el amor. Lo acompañan la fe, la paciencia, el gozo y la paz.  Dijo Jesús que por los frutos se conocerían aquellos que estaban unidos a Él. 

“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la cultiva. Si una de mis ramas no da uvas, la poda y la limpia, para que dé más. Ustedes ya están limpios por las palabras que les he dicho. Sigan unidos a mí como yo sigo unidos a ustedes. Una rama no puede dar uvas por sí misma, sino está unida a la vid, de igual manera, ustedes no pueden dar fruto, sino permanecen unidos a mí. Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí  ustedes no pueden hacer nada” (Juan 1:5)
Cuando llegamos a amar y a conocer verdaderamente a Jesús, somos como una rama que se alimenta del tronco. El tronco es Jesús y nosotros las ramas. Una rama que se corta muere, si nosotros no tenemos a Jesús en nuestras vidas, somos ramas muertas y no podemos dar frutos. Difícilmente podemos entender su palabra y no podemos entender lo que es vivir por fe. Nuestro amor es limitado y el gozo y la paz depende solamente de las circunstancias buenas que se nos presentan. Pero en la vida tenemos que pasar por muchas situaciones, unas duras y otras agradables. En la poda es que se conoce el verdadero carácter de un hijo de Dios. Es importante ser podado para crecer con fuerza.

Jesús le dijo a Tomás: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre”. Sólo estando unidos a Jesús es que podemos dar frutos agradables al Padre. Somos limpios por la sangre de Jesús  y es el Espíritu Santo  el que nos concede desarrollar preciosos frutos y dones para cumplir con el maravilloso propósito de nuestro Dios.

Cuidemos nuestro corazón de todo aquello que va en contra de la fe y permitamos que su palabra nos revele su amor y el plan de vida que Él tiene para cada uno de nosotros.


¡Bendiciones!



Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy"