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martes, septiembre 20, 2016

Ánimo en medio del miedo

“Yo mismo, te doy ánimo. ¿A quién tienes miedo?  ¿A los hombres? ¿A los hombres mortales, que no son más que hierbas? (Isaías 51:12)

¿A quién o a qué tenemos miedo? Todos tenemos miedos, muchas veces no nos damos cuenta, y si los sabemos, lo manejamos de una manera incorrecta.  Tenemos miedo a nosotros mismos de no ser tan perfectos y que la gente nos juzgue. Miedo a que las personas nos rechacen porque no pensamos, actuamos o aceptamos las cosas que no nos parecen que están bien. Miedo a lo desconocido, al futuro, a la muerte, miedo a enfermarnos, que nuestro esposo y nuestros hijos estén en peligro. Miedo al fracaso, a la situación política de nuestros países o la situación mundial que incide en cada uno de nosotros, miedo al control del mundo por gente malvada que está siendo guiada por las fuerzas del mal. Miedo al terrorismo, a los narcotraficantes que tienen el control de muchos  lugares, el maltrato en el hogar a la esposa, a los hijos o algunos casos maltrato al hombre,  a los problemas económicos o simplemente a alguien que con un espíritu de superioridad quiera imponer sus caprichos.  Somos seres mortales y es de humanos tener miedo. Lo que no es correcto es dejarse  vencer por ese sentimiento tan negativo cuya fuente es Satanás.

“Donde hay amor no hay miedo. Al contrario, el amor perfecto echa fuera el miedo, pues el miedo supone el castigo. Por eso, si alguien tiene miedo, es que no ha llegado a amar perfectamente” (1 Juan 4:18).  Cuando hemos dado lugar al miedo es porque realmente no hemos conocido al que dio todo por amor. Jesús se entregó a sí mismo por amor para que fuéramos libres de todas las ataduras, incluyendo el miedo. El amor perfecto es Jesús. Pero Satanás hace presas del miedo a aquellos que todavía no han entregado su alma totalmente a Jesús, sino a medias, y por lo tanto no han conocido el verdadero amor. Si nosotros cuando amamos a nuestros seres queridos, confiamos plenamente en ellos, cuanto más debemos confiar en quién nos ama apasionadamente a tal punto de dar su vida por nosotros.

“El Señor está conmigo; no tengo miedo. ¿Qué me puede hacer el hombre? (Salmo 119:6).  ¿Qué es el hombre para tenerle miedo? Un simple mortal, igual que nosotros. No importa que nos critiquen por cumplir con el llamado de Dios, o por luchar por nuestros sueños, que nos amenacen por no alinearnos a las ideas de otros o pretendan hacernos daño. Pues, “¿Qué más podremos decir? ¡Que si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar en contra de nosotros! Si Dios no nos negó ni a su propio hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros ¿Cómo no habrá de darnos también, junto con su hijo todas las cosas?” (Romanos 31.32).

“Hijitos, ustedes son de Dios y han vencido a esos mentirosos, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en los que son los del mundo” (1 Juan 4:4). El padre de la mentira es el diablo y seduce las almas débiles y frustradas apartadas de Dios, para utilizarlas en contra de aquellos que aman y tratan de serle fiel al Señor. Se levantan muchos con mentiras y engaños para hacer caer a los que todavía no tienen clara su identidad como hijos de Dios. Murmuran, levantan calumnias, la envidia los corroe y desean el mal. Pero todo eso es pura mentira, no nos dejemos engañar. Hay que desenmascarar al enemigo y no permitirle nos infunda miedo, cobardía, inseguridad y desconfianza.

“Protéjanse con toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan estar firmes contra los engaños del diablo. Porque no estamos luchando contra gente de carne y hueso, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre este mundo oscuro. Por eso tomen toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan resistir el día malo y, después de haberse preparado bien, mantenerse firmes” (Efesios 611.13).

No demos lugar para ser engañados o utilizados para hacer daño a otros. Cuando nos atacan, estemos conscientes que no son las personas, sino las huestes del mal que las utilizan como instrumentos. Oremos por estas personas y perdonémoslas, que a eso nos manda Jesús, a perdonar hasta setenta veces siete.

“Sobre todo, que su fe sea el escudo que los libre de las flechas encendidas del maligno” (Efesios 6:16). Si mantenemos nuestra fe firme y nuestra plena confianza en el amor de Dios, veremos la victoria. No importa lo que oigamos, lo que veamos, o los que se levanten en contra nuestra. El tiempo de Dios es perfecto y Él es justicia. No tengamos miedo, decidamos hacer todo lo que es bueno, agradable y justo a los ojos de nuestro Dios, y seamos instrumentos de bendición para otras vidas.

¡Muchas bendiciones!


Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla habla hoy"