“Yo mismo, te doy ánimo. ¿A quién tienes miedo? ¿A los hombres? ¿A los hombres mortales, que
no son más que hierbas? (Isaías 51:12)
¿A
quién o a qué tenemos miedo? Todos tenemos miedos, muchas veces no nos damos
cuenta, y si los sabemos, lo manejamos de una manera incorrecta. Tenemos miedo a nosotros mismos de no ser tan
perfectos y que la gente nos juzgue. Miedo a que las personas nos rechacen
porque no pensamos, actuamos o aceptamos las cosas que no nos parecen que están
bien. Miedo a lo desconocido, al futuro, a la muerte, miedo a enfermarnos, que
nuestro esposo y nuestros hijos estén en peligro. Miedo al fracaso, a la
situación política de nuestros países o la situación mundial que incide en cada
uno de nosotros, miedo al control del mundo por gente malvada que está siendo
guiada por las fuerzas del mal. Miedo al terrorismo, a los narcotraficantes que
tienen el control de muchos lugares, el
maltrato en el hogar a la esposa, a los hijos o algunos casos maltrato al
hombre, a los problemas económicos o
simplemente a alguien que con un espíritu de superioridad quiera imponer sus
caprichos. Somos seres mortales y es de
humanos tener miedo. Lo que no es correcto es dejarse vencer por ese sentimiento tan negativo cuya
fuente es Satanás.
“Donde hay amor no hay miedo. Al contrario, el amor
perfecto echa fuera el miedo, pues el miedo supone el castigo. Por eso, si
alguien tiene miedo, es que no ha llegado a amar perfectamente” (1 Juan 4:18).
Cuando hemos dado lugar al miedo es
porque realmente no hemos conocido al que dio todo por amor. Jesús se entregó a
sí mismo por amor para que fuéramos libres de todas las ataduras, incluyendo el
miedo. El amor perfecto es Jesús. Pero Satanás hace presas del miedo a aquellos
que todavía no han entregado su alma totalmente a Jesús, sino a medias, y por
lo tanto no han conocido el verdadero amor. Si nosotros cuando amamos a
nuestros seres queridos, confiamos plenamente en ellos, cuanto más debemos
confiar en quién nos ama apasionadamente a tal punto de dar su vida por
nosotros.
“El Señor está conmigo; no tengo miedo. ¿Qué me puede
hacer el hombre? (Salmo 119:6). ¿Qué es el hombre para tenerle miedo? Un
simple mortal, igual que nosotros. No importa que nos critiquen por cumplir con
el llamado de Dios, o por luchar por nuestros sueños, que nos amenacen por no
alinearnos a las ideas de otros o pretendan hacernos daño. Pues, “¿Qué más podremos decir?
¡Que si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar en contra de nosotros! Si
Dios no nos negó ni a su propio hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos
nosotros ¿Cómo no habrá de darnos también, junto con su hijo todas las cosas?”
(Romanos 31.32).
“Hijitos, ustedes son de Dios y han vencido a esos mentirosos,
porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en los que son
los del mundo” (1
Juan 4:4). El padre de la mentira es el diablo y seduce las almas débiles y
frustradas apartadas de Dios, para utilizarlas en contra de aquellos que aman y
tratan de serle fiel al Señor. Se levantan muchos con mentiras y engaños para
hacer caer a los que todavía no tienen clara su identidad como hijos de Dios.
Murmuran, levantan calumnias, la envidia los corroe y desean el mal. Pero todo
eso es pura mentira, no nos dejemos engañar. Hay que desenmascarar al enemigo y
no permitirle nos infunda miedo, cobardía, inseguridad y desconfianza.
“Protéjanse con toda la armadura que Dios les ha dado,
para que puedan estar firmes contra los engaños del diablo. Porque no estamos
luchando contra gente de carne y hueso, sino contra malignas fuerzas
espirituales del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre este
mundo oscuro. Por eso tomen toda la armadura que Dios les ha dado, para que
puedan resistir el día malo y, después de haberse preparado bien, mantenerse
firmes” (Efesios 611.13).
No
demos lugar para ser engañados o utilizados para hacer daño a otros. Cuando nos
atacan, estemos conscientes que no son las personas, sino las huestes del mal
que las utilizan como instrumentos. Oremos por estas personas y perdonémoslas,
que a eso nos manda Jesús, a perdonar hasta setenta veces siete.
“Sobre todo, que su fe sea el escudo que los libre de las
flechas encendidas del maligno” (Efesios 6:16). Si
mantenemos nuestra fe firme y nuestra plena confianza en el amor de Dios,
veremos la victoria. No importa lo que oigamos, lo que veamos, o los que se
levanten en contra nuestra. El tiempo de Dios es perfecto y Él es justicia. No
tengamos miedo, decidamos hacer todo lo que es bueno, agradable y justo a los
ojos de nuestro Dios, y seamos instrumentos de bendición para otras vidas.
¡Muchas
bendiciones!
Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla habla hoy"