“El Señor es mi pastor, nada me falta. Me hace reposar en
verdes pastos, me guía a arroyos de tranquilas aguas, me da nuevas fuerzas y me
lleva por caminos rectos haciendo honor a su nombre.” (Salmo 23:1.3)
David,
al ser escogido por Dios como rey de Israel, asumió una gran responsabilidad de
liderazgo. Y como todo ser humano, tenía sus fortalezas y debilidades, por lo
tanto, así como todos nosotros, tenía momentos de angustia y tristeza. Su alma
se abatía constantemente ante sus flaquezas, y a pesar de que amaba a Dios,
tuvo adversidades y cometió pecado. Pero él sabía que dependía totalmente de
Dios, y en una de las circunstancias difíciles que enfrentó, abrió su alma y reconoció al Señor como su pastor,
pues él entendía lo que significaba, ya
que a eso se dedicaba cuando fue llamado. El pastor cuida de su rebaño con
mucho amor. Si una oveja está en peligro la protege y si está enferma la cuida
pacientemente. Las lleva a tomar agua fresca y les da su alimento.
Así
es nuestro Señor con cada uno de nosotros. Él conoce nuestras necesidades
espirituales, emocionales y materiales. Pero es necesario depender en todo
momento de su amor, y así como dijo David:
“Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno, porque
tú, Señor, estás conmigo, tu vara y tu bastón me inspiran confianza.” (Salmo
23.4)
“Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus
ovejas, pero el que trabaja solamente por la paga, cuando ve venir al lobo,
deja las ovejas y huye, porque no es el pastor y porque las ovejas no son
suyas. Y el lobo ataca a las ovejas y las dispersa en todas direcciones.” (Juan
10:11.12)
Jesús
es nuestro buen pastor, Él dio su vida por cada uno de nosotros, no quiere que
nadie se pierda, nos rescató del lobo,
que es Satanás. Dice la biblia que Satanás anda como león rugiente tratando de
devorarnos. Es maravilloso saber que en esos momentos de soledad, tristeza, angustia,
depresión y dolor, tenemos a Jesús que
nos ama, nos entiende y consuela. No permite que el diablo se aproveche de
nuestras debilidades. Pero es necesario que
abramos nuestro corazón, para que su amor sea derramado en nosotros.
En
Isaías 41:10, el Señor le dio una poderosa promesa a su pueblo Israel, la cual
se extiende a nosotros también: “No
tengas miedo, pues yo estoy contigo, no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy
fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa”.
Cuando
llegamos a creer firmemente que Dios nos ama y cuida como nuestro padre, es
cuando alcanzamos el descanso y la paz que nunca encontraremos en este mundo
por mucho que nos esforcemos. Muchas veces experimentamos paz y tranquilidad
cuando la buscamos por nuestros medios, pero es pasajera, pues siempre
estaremos enfrentando situaciones que nos desenfocan y nos causan ansiedad y
preocupación. Solamente la paz que viene a través del Espíritu Santo es la que
nos lleva al verdadero descanso.
Jesús
prometió descanso si le entregamos nuestras cargas, pero nos pide que seamos pacientes y humildes: “Vengan a mí todos
ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo les haré descansar.
Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y humilde;
así encontrarán descanso” (Mateo 11:28.29). Es importante doblegar nuestro
orgullo para reconocer que por nosotros mismos no podemos nada, y si le hemos
dado el control de nuestras vidas, es porque hemos aceptado su voluntad con
sencillez de corazón, y pacientemente esperaremos la respuesta a nuestras
peticiones.
“No olvides mis enseñanzas, hijo mío; guarda en tu
memoria mis mandamientos, y tendrás una vida larga y llena de felicidad. No
abandones nunca el amor y la verdad; llévalos contigo como un collar.
Grábatelos en la mente” (Proverbios 3:13).
Cuando realmente cumplamos con lo que se nos ha demandado, es cuando realmente
podremos decir que somos felices, esa es la voluntad del Padre. Él nos manda a
amar, y si amamos caminaremos en la verdad, porque el amor es sincero. Todo lo
que Dios nos promete son hermosas bendiciones que nos llevaran a una perfecta
paz, en la cual nos encontraremos totalmente seguros.
“Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su
bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo,
el Señor lo afirmo” (Jeremías 29:11).
Los planes de Dios son perfectos para cada uno de nosotros. Dejemos de luchar
contra la corriente y abandonémonos en sus tiernos brazos. Él está en espera
que rindamos nuestras vidas para el concretar sus planes en nosotros.
Dios
también le dio esta promesa a su pueblo: “Pero
ahora, Israel, pueblo de Jacob, el Señor que te creó te dice: No temas que yo
te he libertado; yo te llamé por tu nombre, tú eres mío. Si tienes que pasar
por el agua, yo estaré contigo, si tienes que cruzar ríos no te ahogarás; las llamas no arderán en ti. Pues yo soy tu Señor, tu salvador” (Isaías 43:1:3).
No
debemos temer la situación que estemos viviendo, ya sea lo que se está viviendo
a nivel mundial, en nuestros países, familias, matrimonios, finanzas, hijos,
enfermedades, problemas judiciales, o lo que sea que se esté pasando. Nuestra
confianza debe estar firme en nuestro Señor, quien dijo que nunca nos dejaría
solos. Pidámosle que después de pasar con victoria cada una de estas
situaciones, nuestra fe sea fortalecida.
“Al irme les dejo la paz. Les doy mi paz, pero no como la
dan los que son del mundo. No se angustien ni tengan miedo” (Lucas 14:27).
¡Bendiciones!
Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy