Vistas a la página totales

lunes, agosto 22, 2016

Las palabras determinan nuestras vidas

“La vida y la muerte dependen de la lengua; los que hablan mucho sufrirán las consecuencias” (Proverbios 18:21).

Debemos estar atentos a lo que estamos hablando, pues de lo que sale de nuestra boca es lo que desatamos en nuestras vidas y en las vidas de quienes nos rodean. Inconscientemente decimos cosas que están establecidas en nuestras mentes y las hemos creído toda la vida. Vivimos en un mundo físico, pero lo rige un mundo espiritual, y es por esa razón que Jesús les dijo a los apóstoles: “Les aseguro que lo que ustedes aten en este mundo, también quedará atado en el cielo, y lo que ustedes desaten en estén mundo, también quedará desatado en el cielo” (Mateo 18:18).   Esto se refiere al perdón. Si confesamos nuestro pecado seremos libres y la bendición del Padre estará sobre nosotros. Pero si no lo hacemos, hemos atado nuestra alma  y nunca experimentaremos la paz y la libertad que sólo el Espíritu Santo nos puede dar.

“Cuando ponemos freno a la boca de los caballos para que nos obedezcan, controlamos todo el cuerpo. Y fíjense también en los barcos; aunque son tan grandes y los vientos que los empujan son fuertes, los pilotos, con un pequeño timón, los guían por donde quieren. Lo mismo pasa con la lengua; es una parte muy pequeña del cuerpo, pero se cree capaz de grandes cosas. ¡Qué bosque tan grande puede quemarse por causa de un pequeño fuego!  Y la lengua es un fuego. Es un mundo de maldad puesto en nuestro cuerpo, que contamina a toda la persona. Está encendida por el infierno mismo, y a su vez hace arder todo el curso de la vida” (Santiago 3:3.6). 

La lengua es poderosa, siendo un miembro tan pequeñito puede causar mucho daño, ya sea que nosotros se lo causemos a otros o que otros nos afecten con injurias y calumnias. Es un pecado muy serio cuando hemos abierto nuestra boca para juzgar o calumniar a otra persona, como lo es también cuando lo hemos hecho para nosotros mismos, pues les hemos abierto las puertas a demonios que nos digan mentiras y las hemos creído. Cuando hablamos palabras de derrota, fracaso, pesimismo y enfermedad, hemos desatado todos los espíritus que están  al acecho de nuestras vidas para impedir que el verdadero propósito de Dios se cumpla en nosotros. La palabra tiene poder, existimos por la palabra. Dios habló y el mundo existió. “Entonces Dios dijo: “Que haya luz” (Génesis 1:3), y de esta manera surgió la creación.

“Cuando Dios creó al hombre, lo creó parecido a Dios mismo; hombre y mujer los creó y les dio su bendición: “Tengan muchos, muchos hijos; llenen el mundo  y gobiérnenlo; dominen a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran” (Génesis 1:27.28). Este era el plan perfecto. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza y le dio poder para gobernar el mundo, pero a consecuencias del pecado de Adán y Eva, la humanidad se desvirtuó dando lugar al diablo para que sea el que gobierne este mundo. La humanidad enfrenta una batalla espiritual. Por un lado está el Espíritu Santo en espera de ser invitado a morar en nuestros corazones para ser guiados por ÉL, y por otro están los espíritus inmundos que tratan de llevarnos a las más bajas pasiones.  

Depende de nosotros por quién queremos ser gobernados. Solamente cuando reconocemos nuestro pecado, nos arrepentimos y le abrimos nuestro corazón a Jesús es que podemos vernos realmente como el Padre nos ve. De otra manera, tenemos una imagen distorsionada de nosotros mismos y es cuando nuestros pensamientos y palabras atan nuestras vidas a tal punto de vivir en una constante frustración.

“Que la salvación sea el casco que proteja su cabeza, y que la palabra de Dios sea la espada que les da el Espíritu Santo” (Efesios 6.17). Cuando estamos conscientes de nuestra salvación y conocemos lo que Dios nos dice en su palabra tenemos el poder para vencer todo pensamiento negativo que se levante en nuestra mente. Es importante conocer quiénes somos en Jesús  y la dignidad que tenemos como de hijos e hijas de Dios. No podemos permitir que la negatividad, el miedo, la inseguridad, el conformismo, la debilidad y la confesión de palabras de derrota nos paralicen y nos hagan sentir incapaces de vivir la vida que Dios quiere que vivamos.

 “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de poder, amor y buen juicio” (Timoteo 1:7).  ¡Dios nos ha dado PODER! Utilicemos ese poder para dominarnos a nosotros mismos. Hablémonos con palabras amor, de fe, de victoria, de salud, de bendición, de perdón y libertad. Perdonémonos y perdonemos, en la medida que bendigamos, así seremos bendecidos. Renovemos nuestra mente, pidámosle al Espíritu Santo que nos ayude a transformar los pensamientos y palabras negativas por palabras de fe. Nunca digamos, no puedo, no merezco, no sirvo, estoy enfermo, estoy en derrota, soy un fracasado, pues estamos ofendiendo a Dios. Porque si decimos que lo amamos, pero no reflejamos su gloria significa que no estamos con Él.

“A todo puedo hacerle frente, pues Cristo es quien me sostiene” (Filipenses 4:13). Es Él que nos da en la fuerza  para superar todas las debilidades. El campo de batalla del diablo es nuestra mente. Aprendamos a controlarla y cuando nos invadan pensamientos contrarios a los de Dios, hagamos un alto y esforcémonos por cambiarlos. También hablemos palabras de bendición para nuestros seres queridos, nuestros amigos, nuestros países. Muchas veces atamos a nuestro país cuando solamente vemos lo malo y estamos en constante crítica, oremos para que los gobernantes cambien y nuestro territorio sea bendecido y la gloria de Dios sea manifestada. 

“Porque la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más aguda que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).



¡Bendiciones!



Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”