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domingo, marzo 26, 2017

Intimidad con Jesús

“Ahora voy donde tú estás; pero digo estas cosas mientras estoy en el mundo, para que se llenen de la misma perfecta alegría que yo tengo. Yo les he comunicado tu palabra, pero el mundo los odia porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del mal. Así como yo no soy del mundo, ellos tampoco son del mundo. Conságralos a ti mismo por medio de la verdad; tu palabra es la verdad. Como me enviaste a mí entre los que son del mundo. Y por causa de ellos me consagro a mí mismo para que también ellos sean consagrados por medio de la verdad.  No te ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de ellos. Te pido que todos ellos estén completamente unidos, que sean una sola cosa en unión con nosotros, oh Padre así como tú estás en mí y yo estoy en ti. Que estén completamente unidos para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:13.21)

¡Qué maravilloso amor de Jesús por nosotros! Cuando llegó  la hora de ser entregado, oró  por los discípulos encomendándoselos al Padre, le pidió que los protegiera del mal. Pero también oró por nosotros, los que oiríamos el mensaje a través de sus apóstoles. Sabía que los que creyeran en  Él serían rechazados por seguirle y por no participar de este mundo que cada día se aleja y le da la espalda a Dios.

Jesús le pide al Padre que los que le aman sean unidos a Él. Es el Espíritu Santo el que nos revela este amor y el que nos hace amarnos, perdonarnos y apoyarnos, pues todos los que creemos en Jesús y le buscamos en espíritu y verdad tenemos el mismo Espíritu. 

“Les he dado la misma gloria que tú me diste, para que sean una sola cosa, así como tú y yo somos una sola cosa, yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a ser  perfectamente uno, y que así el mundo pueda darse cuenta de que tú me enviaste, y que los amas tanto como me amas a mí. (Juan 17:22.23)

Jesús al dar su vida por nosotros en la cruz, venció el pecado y a la muerte, y nos libró de la muerte eterna. Resucitó y subió al cielo, pero no nos dejó solos, nos dejó el Ayudador, El Espíritu Santo, para ser guiados a Él. Y esa es la perfecta voluntad del Padre, que estemos unidos a Jesús para que seamos uno solo en su amor y de esta manera amar a los que están en el mundo y que aún no le conocen.

Solamente a través de una relación íntima con Jesús podremos caminar en libertad, fe y amor. Es muy difícil entender muchas situaciones que enfrentamos, sino hemos dado la oportunidad de que sea Él quien nos muestre su voluntad o la dirección correcta a nuestras vidas. Estaremos cometiendo los mismos errores y sufriendo las consecuencias si nos desviamos del propósito que Dios ha establecido para cada uno de nosotros.

Hemos sido llamados a amarnos y perdonarnos. A no juzgar, ni menospreciar a nadie. Mucho menos a cuestionar la fe de otros. Creemos que tenemos la verdad absoluta y nuestro corazón se llena de orgullo espiritual, pues creemos que nuestra religión, nuestra manera de pensar o que las estructuras establecidas son las que nos acercan a Dios. Sí,  Dios ha establecido un orden, pero de nada sirve que cumplamos con nuestra religión, si no estamos teniendo una relación íntima con Él. No se trata solamente de lo externo, podemos cumplir con todos los rituales que nos han enseñado, pero si no tenemos el deseo profundo de conocer realmente a Jesús, amarle y obedecerle, estamos lejos de su gracia.   

“Conságralos a ti mismo por medio de la verdad; tu palabra es la verdad” (Juan 17:17)

La revelación de Jesús y el amor del Padre son a través de su palabra. Si pretendemos creer que conocemos a Dios simplemente por lo que creemos, u otros nos han dicho, estamos equivocados.  Solamente en su palabra encontramos la verdad, Jesús nos lo dice.  Debemos conocer y profundizar en su palabra para que nuestros cimientos sean sólidos y no como el hombre que construyó su casa sobre arena  y el viento se la destruyó. Cuando estamos cimentados en la verdad, nada, ni nadie podrá arrebatarnos la fe y el amor.

“Si ustedes permanecen unidos a mí, y si permanecen fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará” (Juan 15:7)

En este versículos Jesús nos revela la intimidad que desea que tengamos con Él. Nos pide que permanezcamos unidos a Él; y nosotros lo tomamos a la ligera. Pretendemos que nos escuche cuando le pedimos algo, pero no le dedicamos el tiempo para conocer sus enseñanzas y cumplirlas. O las conocemos, pero solamente somos oidores y no hacedores. Jesús desea bendecirnos y darnos todas las cosas que son para nuestro bien. Él espera paciente que nosotros nos rindamos verdaderamente y lo busquemos con sinceridad.

Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, solamente por mí se puede llegar al Padre”. (Juan 14:6)   Jesús dio su vida para la salvación de nuestras almas, el pecado nos separa del Padre. Aunque nos ama tanto, su santidad no permite que lleguemos por nosotros mismos a su presencia por causa de nuestro pecado. Jesús es quien nos santifica y nos une al Padre. Él es el camino, en Él está toda la verdad y tenemos vida en abundancia si bebemos del agua viva.

“Todos los que beben de esta agua, volverán a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca volverá a tener sed. Porque el agua que yo le daré brotara en él como un manantial de agua viva” (Juan 4:13)

Pidámosle al Señor que nos de hambre y sed de su palabra, de permanecer en Él y la voluntad para obedecerle. Busquemos una profunda intimidad, para que su amor se manifieste  y así los que no lo conocen deseen conocerlo y amarlo. Dios quiere bendecirnos a todos, pero es necesario conocer su voluntad para cada uno de nosotros.


¡El Señor les bendiga!



Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”