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lunes, enero 02, 2017

No es suficiente…




“No todos los que me dicen Señor, Señor, entrarán en el reino de Dios, sino solamente los que hacen la voluntad, de mi Padre celestial” (Mateo 7:21).

No es suficiente decir que somos cristianos, aunque estemos conscientes de que Jesús es nuestro salvador, que murió y resucitó para nuestra salvación y darnos vida eterna. No es suficiente pertenecer a una iglesia, orar y cumplir con todos los rituales para tratar de acercarnos a Él. No es suficiente sentirnos emocionados en determinados momentos, cuando acudimos a Él para pedirle que nos bendiga y escuche nuestras peticiones.

Todo esto es bueno y agradable a Dios, pero no es suficiente si no estamos haciendo la voluntad del Padre. Por fe creemos que Él nos bendice, nos provee y protege, y así es, porque Él  es un Padre lleno de amor y de misericordia. Pero muchas veces anteponemos nuestro intelecto y emociones para acomodarnos a lo que creemos que es lo correcto, alejándonos de su voluntad.

Jesús le habló a una multitud, enseñando lo que agrada a Dios y como debe ser la vida de los que le aman. En Mateo 7:23 les dijo “Aquel día muchos me dirán “Señor nosotros  hablamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros. Pero entonces les contestaré: Nunca los conocí; ¡Aléjense de mí malhechores!”  Esto es muy fuerte, y tristemente en estos tiempos que se han levantado tantos hacedores de milagros, pero con sus vidas contradicen totalmente lo que predican.

“Por lo tanto, el que me oye y hace lo que yo digo, es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca”. Nos llamamos cristianos, ¿pero realmente anhelamos hacer la voluntad de Dios? ¿O tomamos a Dios solamente para que nos saque de apuros cuando estamos en aprietos?  ¿Mantenemos firme nuestra fe, aun cuando otros nos cuestionan? ¿O puede más el respeto humano, que hacer lo que le agrada a Él? A lo mejor hemos caído en la religiosidad, al tratar de cumplir con nuestro esfuerzo, lo que pensamos que es bueno para Dios.

Jesús, en el Sermón del monte, le habló a una multitud y les puso de ejemplo un hombre prudente que construyó su casa en la roca firme. Ni los ríos crecidos, la lluvia y el viento hicieron que la casa cayera. Sin embargo, dice que vino un tonto que construyó su casa sobre la arena, crecieron los ríos, llegó la lluvia, soplaron los vientos y la casa cayó. “Pero el que me oye y no hace lo que yo digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena” (Mateo 7:26).

¿Estamos realmente oyendo a nuestro Dios? Quizás conozcamos su palabra, pero debemos procurar vivirla. También podremos estar haciendo muy buenas obras, pero debemos examinarnos si lo estamos haciendo con sinceridad y amor, o por nuestro ego. Debemos estar claros que cada uno somos únicos, y Dios nos ama de manera especial porque somos su obra perfecta. Pero Él espera que nosotros lo amemos profundamente, y la manera de hacerlo es conociendo su voluntad, y cumpliéndola.

En Deuteronomio 10: 12.13 Moisés cuando bajó con las tablas de los diez mandamientos del Monte Horeb, encontró al pueblo descarriado, y les dijo: “y ahora Israelitas, ¿qué pide de ustedes el Señor su Dios? Solamente que lo honren y sigan todos sus caminos, que lo amen y lo adoren con todo su corazón y con toda su alma, y que cumplan sus mandamientos y sus leyes, para que les vaya bien”. Y es que cuando se llega a amar a Dios sobre todas las cosas, somos capaces de cumplir con su mandato, pues el amor hace que nos mantengamos firmes para no defraudarlo. Pero como somos imperfectos y siempre vamos a fallar,  nos pide que creamos  y amemos a su Hijo Jesús para que en medio de nuestra debilidad, Él sea glorificado.

Jesús vino a cumplir la ley, y la resumió en dos, amar a Dios y amar al prójimo como a nosotros mismos. Recordemos cada uno de nosotros somos originales y no tenemos copia. No pretendamos vivir la vida de otros, cada uno tenemos un propósito y llamado especial, pero lo que todos tenemos en común es el amor, todos hemos sido llamados a amar. Y hasta que logremos la plenitud del amor, seremos capaces de perdonar y ser libres. Todo lo que hagamos será grato para el Señor, pues esa es su bendita voluntad.

Dios nos ama profundamente, pero es necesario construir nuestras vidas sobre la roca firme, que es Jesús,  El Espíritu Santo nos guiará hacia la perfecta voluntad del Padre. Que este 2017 sea de ofrecer nuestro amor sincero a Dios y a nuestro prójimo. Y que el propósito para cada uno de  nosotros se cumpla, y así poder dar testimonio de su amor. Seamos luz en medio de este mundo que cada vez se vuelve más oscuro.

“Jesús se dirigió otra vez a la gente, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, tendrá la luz que le da la vida, y nunca andará en la oscuridad” (Juan 8:12).


¡Bendiciones!


Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”