“No todos los que me dicen Señor, Señor, entrarán en el reino de Dios, sino
solamente los que hacen la voluntad, de mi Padre celestial” (Mateo 7:21).
No
es suficiente decir que somos cristianos, aunque estemos conscientes
de que Jesús es nuestro salvador, que murió y resucitó para nuestra salvación y
darnos vida eterna. No es suficiente pertenecer a una iglesia, orar y cumplir
con todos los rituales para tratar de acercarnos a Él. No es suficiente
sentirnos emocionados en determinados momentos, cuando acudimos a Él para
pedirle que nos bendiga y escuche nuestras peticiones.
Todo
esto es bueno y agradable a Dios, pero no es suficiente si no estamos haciendo
la voluntad del Padre. Por fe creemos que Él nos bendice, nos provee y protege,
y así es, porque Él es un Padre lleno de
amor y de misericordia. Pero muchas veces anteponemos nuestro intelecto y
emociones para acomodarnos a lo que creemos que es lo correcto, alejándonos de
su voluntad.
Jesús
le habló a una multitud, enseñando lo que agrada a Dios y como debe ser la vida
de los que le aman. En Mateo 7:23 les dijo “Aquel
día muchos me dirán “Señor nosotros
hablamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu
nombre hicimos muchos milagros. Pero entonces les contestaré: Nunca los conocí;
¡Aléjense de mí malhechores!” Esto
es muy fuerte, y tristemente en estos tiempos que se han levantado tantos
hacedores de milagros, pero con sus vidas contradicen totalmente lo que
predican.
“Por lo tanto, el que me oye y hace lo que yo digo, es
como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca”.
Nos llamamos cristianos, ¿pero realmente anhelamos hacer la voluntad de Dios? ¿O
tomamos a Dios solamente para que nos saque de apuros cuando estamos en
aprietos? ¿Mantenemos firme nuestra fe,
aun cuando otros nos cuestionan? ¿O puede más el respeto humano, que hacer lo
que le agrada a Él? A lo mejor hemos caído en la religiosidad, al tratar de
cumplir con nuestro esfuerzo, lo que pensamos que es bueno para Dios.
Jesús,
en el Sermón del monte, le habló a una multitud y les puso de ejemplo un hombre
prudente que construyó su casa en la roca firme. Ni los ríos crecidos, la
lluvia y el viento hicieron que la casa cayera. Sin embargo, dice que vino un
tonto que construyó su casa sobre la arena, crecieron los ríos, llegó la
lluvia, soplaron los vientos y la casa cayó. “Pero el que me oye y no hace lo que yo digo, es como un tonto que
construyó su casa sobre la arena” (Mateo 7:26).
¿Estamos
realmente oyendo a nuestro Dios? Quizás conozcamos su palabra, pero debemos
procurar vivirla. También podremos estar haciendo muy buenas obras, pero
debemos examinarnos si lo estamos haciendo con sinceridad y amor, o por nuestro
ego. Debemos estar claros que cada uno somos únicos, y Dios nos ama de manera
especial porque somos su obra perfecta. Pero Él espera que nosotros lo amemos
profundamente, y la manera de hacerlo es conociendo su voluntad, y cumpliéndola.
En
Deuteronomio 10: 12.13 Moisés cuando bajó con las tablas de los diez mandamientos
del Monte Horeb, encontró al pueblo descarriado, y les dijo: “y ahora Israelitas, ¿qué pide de ustedes el Señor su Dios? Solamente
que lo honren y sigan todos sus caminos, que lo amen y lo adoren con todo su
corazón y con toda su alma, y que cumplan sus mandamientos y sus leyes, para
que les vaya bien”. Y es que cuando se llega a amar a Dios sobre todas las
cosas, somos capaces de cumplir con su mandato, pues el amor hace que nos
mantengamos firmes para no defraudarlo. Pero como somos imperfectos y siempre
vamos a fallar, nos pide que
creamos y amemos a su Hijo Jesús para
que en medio de nuestra debilidad, Él sea glorificado.
Jesús
vino a cumplir la ley, y la resumió en dos, amar a Dios y amar al prójimo como
a nosotros mismos. Recordemos cada uno de nosotros somos originales y no tenemos copia. No pretendamos vivir la vida de otros,
cada uno tenemos un propósito y llamado especial, pero lo que todos tenemos en
común es el amor, todos hemos sido llamados a amar. Y hasta que logremos la
plenitud del amor, seremos capaces de perdonar y ser libres. Todo lo que
hagamos será grato para el Señor, pues esa es su bendita voluntad.
Dios
nos ama profundamente, pero es necesario construir nuestras vidas sobre la roca
firme, que es Jesús, El Espíritu Santo
nos guiará hacia la perfecta voluntad del Padre. Que este 2017 sea de ofrecer
nuestro amor sincero a Dios y a nuestro prójimo. Y que el propósito para cada
uno de nosotros se cumpla, y así poder dar
testimonio de su amor. Seamos luz en medio de este mundo que cada vez se vuelve
más oscuro.
“Jesús se dirigió otra vez a la gente, diciendo: Yo soy
la luz del mundo; el que me sigue, tendrá la luz que le da la vida, y nunca
andará en la oscuridad” (Juan 8:12).
¡Bendiciones!
Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”