La cobardía es no afrontar los temores que se alojan en nuestra mente, que nos impiden actuar con valor y determinación en situaciones difíciles que se nos presentan en la vida.
Todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos enfrentado a miedos que nos han impedido avanzar en diferentes áreas de nuestras vidas, impidiendo que se viva a plenitud la libertad que se nos ha dado en Jesús.
Es importante que hagamos una retrospectiva de nosotros mismos, para conocernos e identificar los miedos que se han alojado en nuestra alma, y que han hecho que veamos las cosas de una manera equivocada, creando inseguridades, complejos, enfermedades y fracasos. Muchas veces se disfrazan, se justifican y se vive una vida de conmiseración, llena de pena y dolor por las desgracias acarreadas, por no haber tenido el valor de enfrentar el temor.
El temor es un espíritu que tiene dominado al mundo, y aún a los que aman a Dios. Es un espíritu que limita, paraliza, e impide que el propósito de Dios se cumpla en cada vida, induciendo a pecados que esclavizan. Se debe tener conciencia de los miedos profundos para poder enfrentarlos, siendo algunos reales, como es una situación de peligro que nos acecha, en la cual debemos de revestirnos de fe para resistir, pero la mayoría son imaginarios, que son los que engañan y atan el alma.
Hay muchos tipos de miedos, entre ellos está el miedo al rechazo, al menosprecio, la soledad, la burla, la pobreza, la enfermedad, el divorcio, al que dirán, al fracaso, a la muerte, etc. Estos miedos han impedido que hermosos propósitos de Dios en nuestras vidas se hayan paralizado.
El temor es todo lo contrario a lo que Dios nos ha dado, nos dio un espíritu de poder, amor y dominio propio. El poder lo tenemos desde el mismo momento que nos arrepentimos de nuestros pecados y reconocemos que Jesús es quien nos limpia y perdona nuestras transgresiones. El Espíritu Santo habita en nosotros, y es en Él donde está el poder para echar fuera el temor. Somos su templo y no puede habitar en su presencia ningún espíritu contrario a Él. "¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?” (1 Corintio 3:16)
Dios es amor, por lo tanto, su Espíritu nos inunda con su amor. El amor echa fuera el temor, y el amor todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta. Si amamos a Dios como creemos, no debemos dar lugar al temor, pues el amor es confianza total. Si amamos y sabemos que somos amados, debemos caminar en fe, en seguridad y esperanza. "En el amor no hay temor. El temor perfecto echa fuera el temor, pues hay temor donde hay castigo. Quien teme no conoce el amor perfecto." (1 Juan 4:18)
Se nos ha dado dominio propio, no hay excusa para no controlar nuestras emociones. Cuando el miedo nos quiere controlar, es cuando debemos hacer uso del dominio propio. El miedo siempre va estar presente, pero lo importante es saber enfrentarlo. Cuando damos el paso de valentía, el Espíritu Santo nos respalda y salimos airosos, hemos vencido al espíritu de temor que quiere desviar del verdadero propósito en nuestras vidas "Por eso pongan el máximo empeño en incrementar su fe con la firmeza." (2 Carta de Pedro 1:5)
"Y no se conformen a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, agradable y perfecto. (Romanos 12:2)
Dios nos ha dado voluntad y dominio propio, depende de nosotros si deseamos ser libres de la cobardía. Nos ha dado armas espirituales para vencer a los demonios que luchan por destruirnos. El Padre sabe muy bien a quien nos enfrentamos día a día, pero no nos dejó desprovistos, nos dio poder y autoridad en el nombre de su Hijo Jesús para levantarnos en victoria. Él espera que entendamos y vivamos de acuerdo a lo que ya hizo por nosotros.
"Pero demos gracias a Dios que nos da la victoria por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor" (1 Corintios 15:57)
Fuimos creados para ser libres, no debemos permitir que el temor tome el control de nuestras vidas y nos haga creer que estamos en fracaso. Jesús vino para que tengamos vida, y vida en abundancia. Pagó un precio muy alto en la cruz para redimirnos, y también para liberarnos del yugo de la esclavitud. Contristamos al Espíritu Santo cuando caminamos en derrota a causa del temor, pues es señal de una vida que no está cimentada en la fe y en el amor de Dios. Así que tomemos la autoridad que nos ha sido concedida, y levantémonos en victoria en el nombre de Jesús, para que nuestro Dios sea glorificado.
"El Señor es mi luz y mi salvación. ¿A quién he de temer? Amparo de mi vida es el Señor. ¿Ante quién temblaré? (Salmo 27:1)
¡El Señor les bendiga!