Vistas a la página totales

sábado, marzo 05, 2016

Imitemos a las grandes mujeres de la fe

“Tener fe es la plena seguridad de recibir lo que se espera, es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos”. (Hebreos 11:1)

¿Cuál es la fe que agrada a Dios?

En Hebreos 11.6 nos dice la palabra: “pero no es posible agradar a Dios sin tener fe, porque para acercarnos a Dios, uno tiene que creer que existe y que recompensa a los que la buscan”.

La fe que agrada a Dios, no es sólo creer en Él, sino creerle y confiar plenamente en su amor y misericordia para con nosotros. Buscar día a día su voluntad y obedecerla. En las diferentes épocas en que la Biblia fue escrita, vemos como tanto hombres como mujeres tocaron el corazón de Dios con su obediencia. Fueron sensibles a su voz y por eso  los bendijo, los tomó para realizar su obra redentora en la humanidad. Gracias a la  fe y obediencia de ellos se preparó el camino para la venida de nuestro Señor Jesucristo.

Como mujeres, busquemos identificarnos con las mujeres escogidas por Dios que lo agradaron con la fe, obediencia y humildad. 

María fue escogida por ser una mujer llena de gracia. El amor profundo a Dios hizo que se desarrollaran todas las virtudes que el Señor vio en ella para ser escogida como la madre de Jesús. Dice la biblia que siendo virgen, el ángel Gabriel se le presentó y le anunció el nacimiento de Jesús. Estando comprometida con José, ella aceptó con obediencia y humildad, pero sobre todo con fe, porque estaba creyendo en el mensaje que Dios le mandó con el ángel. “Entonces María dijo: -Yo soy la esclava del Señor; que Dios haga conmigo como me has dicho” (San Lucas 1:38). En ningún momento ella cuestionó o dudó. Lo aceptó con amor y el Espíritu Santo la llenó de su poder. 

De esta manera el Señor espera que nosotros confiemos en Él. Todas tenemos diferentes propósitos, pero en todos ellos, Él se quiere glorificar. Sabemos que el padre de la fe es Abraham. “Por fe, Abraham, cuando Dios lo llamó, obedeció y salió para ir al lugar que él le iba a dar como herencia, salió de la tierra sin saber a dónde iba”  (Hebreos 11:8). Por la fe y obediencia de Abraham Dios formó a Israel. De igual manera le creyó cuando le prometió un hijo cuando, tanto él como Sara eran viejos y ya no podían tener hijos. Así nació Isaac. “Por medio de Isaac tendrás descendencia”. (Hebreos 11 18).

En el libro de Rut nos habla de dos maravillosas mujeres, donde manifiesta el amor y la fe que proviene de Dios. Noemí una mujer viuda, de Belén, que vivía en Moab, pierde también a sus dos hijos y queda sólo con sus nueras, Orfa y Rut. Noemí decide regresar a su tierra al verse sola. Ella las manda a su casa, pero Rut siendo moabita decide ir con ella. “Pero Rut le contestó: No me pidas que te deje y que me separe de ti! Iré a donde tu vayas,viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios” (Rut 1:16) y es así que nace una relación preciosa entre estas dos mujeres de fe. Noemi la trata con dulzura y la apoya para que ella vuelva a casarse. Rut se casa con Booz, pariente de Noemí,  y es de donde viene el linaje del rey David y de nuestro Señor Jesucristo.

Ester, una joven judía, humilde y huérfana, de una gran hermosura llegó a ser reina de Persia y Media cuando fue escogida por el rey Asuero. Mujer de mucho valor y fe cuando defendió al pueblo de Dios, cuando Amán quiso destruirlos. “Ve y reúne a todos los judíos de Susa, para que ayunen por mí. Que no coman ni beban nada durante tres días y tres noches. Mis criadas y yo haremos también lo mismo, y después iré a ver al rey, aunque eso vaya contra la ley, y si me matan, que me maten” (Ester 4:16).

Podremos pensar que esa fe era exclusivamente para estas mujeres y para ese tiempo, pero Dios es el mismo de ayer, hoy y siempre. Cualquier circunstancia que estemos viviendo, el Señor quiere bendecirnos, pero depende de nuestra fe. También debemos estar claras que con la fe viene la paciencia, pues muchas veces pedimos cosas, pero debemos estar preparadas para recibirlas. Pero Él es fiel en cumplir sus promesas. “Jesús les dijo: -Porque ustedes tienen muy poca fe. Les aseguro que si tuvieran fe, aunque sólo fuera del tamaño de una semilla de mostaza, le dirán a este cerro: Quítate de aquí y vete a otro lugar, y el cerro se quitará. Nada les será imposible” (Mateo 17:20).

¿Cuál es el cerro que debemos quitar de nuestra vida?  Puede ser que estemos lidiando con una enfermedad, problemas económicos, falta de trabajo, deudas, negocios en quiebra, problemas en el matrimonio, un hijo descarriado, enemigos, depresión, etc.  Precisamente de todas estas cosas vino hablar Jesús, él vino a dar libertad, pero espera que le creamos con un corazón sincero.  “Jesús le dijo a Marta cuando Lázaro estaba muerto -Jesús le contestó No te dije que,  si crees, verás la gloria de Dios? (Lucas11:40).

Pidámosle al Señor que nos ayude en la fe. Sólo con la fe  podemos detener los ataques del diablo. “Sobre todo, que su fe sea el escudo que los !libre de las flechas encendidas del enemigo” (Efesios 6:16). Recordemos  que tenemos un enemigo que siempre está tratando de desanimarnos, de sembrar duda y temor, pues dice en Efesios 6:1:2: “Porque no estamos luchando contra gente de carne y hueso, sino contra malignas fuerzas del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y autoridad sobre este mundo oscuro”

Levantémonos entonces como guerreras y protejámonos con el escudo de la fe, para poder vencer circunstancias que estemos viviendo, por difícil que parezca. Somos más que vencedoras en el nombre de Jesús.


¡Bendiciones!


Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”