“Oh Dios, ten compasión de nosotros y bendícenos, míranos
con buenos ojos, para que todas las naciones de la tierra conozcan tu voluntad
y tu salvación”. (Salmo 67: 1.2)
Qué
maravilloso sería que la humanidad entera reconociera a Dios y cumpliera sus
preceptos. Pero la triste realidad es que la mayoría le ha dado la espalda,
siendo el orgullo y la dureza de corazón lo que ha hecho que el ser humano
rechace a Dios con sus malas acciones.
El
no reconocer a Dios como el autor de nuestra existencia es prepotencia, y esto
trae grandes consecuencias. El hombre y
la mujer, en el afán de sentirse poderosos niegan el poder de Dios, haciéndose
para sí mismos sus propios dioses. Y muchos otros creen en Dios como creador,
pero se niegan a obedecer y hacer lo que Él demanda en sus vidas.
Es
lamentable lo que se está viviendo en el mundo. Hay mucha tristeza y dolor, las
naciones están convulsionadas y el futuro que se vislumbra es incierto. La
humanidad ha puesto la confianza en los hombres y no en Dios, la maldad va en
aumento porque no hay amor y el temor a Dios no existe. Pero aun así la
misericordia del Señor es eterna y su amor infinito.
“El Señor te ha dicho, oh hombre, en que consiste lo
bueno y que es lo Él espera de ti: que hagas justicia, que seas fiel y leal y
que obedezcas humildemente a tu Dios”. (Miqueas 6:8)
Dios
nos ha dado su palabra para conocer sus pensamientos, sus mandatos y su amor.
Nadie puede decir que Dios no lo ama, porque tanto nos ha amado a cada uno de
nosotros de una manera muy especial que
envió a su hijo Jesucristo para que todo el que crea en ÉL pueda ser
verdaderamente libre y alcanzar la salvación. Y el único requisito es llegar a
Él con un corazón humilde y sencillo,
reconociendo que no somos nada y que le hemos fallado y le seguiremos fallando
porque somos débiles, pero Jesús murió y resucitó para que a través de Él
seamos perdonados.
“Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único,
para que todo aquel que cree en Él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque
Dios no envió a su Hijo al mundo a condenar al mundo, sino para salvarlo”. (Juan
3:16.17)
Dios
tiene un enemigo que lo odia, Satanás, y por lo tanto nos odia a nosotros
también. Dios le dio al ser humano libre
albedrío, mismo que el ser humano no ha podido manejar, pues se abrieron las
puertas del mal al darle la espalda a Dios, al entrar en desobediencia, y así Satanás tomó el control de la obra
perfecta de Dios. Pero Dios en su inmensa misericordia, nos ha tenido
paciencia, no quiere que nadie se pierda.
El trabajo de Satanás es engañar, sembrando en nuestras mentes
pensamientos contrarios a la verdad. Cuando hacemos a un lado a Dios en
nuestras vidas, estamos totalmente a merced de las mentiras del diablo,
haciéndonos tener una imagen distorsionada de nosotros mismos.
“Pero las maldades cometidas por ustedes han levantado
una barrera entre ustedes y Dios; sus pecados han hecho que Él se cubra la cara
y que nos lo quiera oír”. (Isaías 59:2)
La
buena noticia es que no estamos solos en esta batalla, Jesús venció a Satanás
en la cruz, lo derrotó para darnos libertad en este mundo y salvación en la
vida eterna. Satanás solo tiene poder en aquellos que le han dado derecho legal
al rechazar a Jesús, y abandonarse en sus propios deseos. Todo tiene sus consecuencias, la vanagloria
trae vacío al alma, porque nada de este mundo material puede llenar lo que solo
el Espíritu Santo puede hacer, que nuestro espíritu se una a Él, dándonos amor,
paz, fe, gozo, humildad, paciencia y dominio propio. Lo que Satanás ofrece es
odio, discordia, envidia, miedo, mentiras y toda clase de maldad.
“El amor consiste en esto: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo, para
que ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados”. (1 Juan
4:10)
El
amor es el arma más poderosa que Dios nos ha dado, sin amor no somos nada. Pero es el amor genuino, no fingido, el que
agrada a Dios. Es muy fácil amar a quienes nos aman y nos caen bien, pero el
amor que viene de Dios es aquel que ama a pesar de que nos demos cuenta de que
somos rechazados, se burlen o nos deseen el mal. Jesús nos manda a amar a
nuestros enemigos, y no es, fácil, quien diga que lo es, miente. Pero es ahí
donde actúa el Espíritu Santo, es con su amor que amamos, pues el nuestro es
limitado.
“Se sabe quiénes son hijos de Dios y quiénes son del
diablo, porque cualquiera que no ama a su hermano, no es de Dios”. (1 Juan 3:10)
El
plan de Dios para sus hijos es hermoso. Jesús dijo que en este mundo tendríamos
aflicciones, pero que no temiéramos, porque Él había vencido al mundo, y si lo
tenemos a Él, lo tenemos todo, pues Él es
la fuente de la sabiduría. Si buscamos su dirección en cada detalle de
nuestra vida, recibiremos una paz infinita que nada en este mundo la podrá
quitar. La fe es la llave que abre las puertas donde están los tesoros
escondidos. “Pero no es posible agradar a
Dios sin tener fe, porque para acercarse a Dios, uno tiene que creer que existe
y que recompensa a los que le buscan”. Solo a través de la fe podemos
alcanzar las promesas de Dios.
El
mundo está siendo gobernado por malignas fuerzas espirituales que están
llevando a la humanidad al desenfreno. Descaradamente se rinde culto a Satanás,
han sido creadas sociedades secretas para tales cultos y utilizan a personas
sedientas de fama y dinero para arrastrar
a otros al pecado y que sus almas se pierdan, pues ese es el propósito
del diablo. Lo que le espera a la humanidad ya está escrito y solo Dios tiene
la última palabra, pero ÉL es un Dios paciente y compasivo, y está esperando que muchas almas se rindan a ÉL. “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo
entero, si pierde su vida? (Marcos 8:36)
Satanás
es tan astuto que ha entrado en las iglesias, los hogares, la niñez ha sido
abusada, los gobernantes y poderosos del mundo han empobrecido a la humanidad y
ellos se han enriquecido. Y ha causado
muchas más maldades que ni siquiera podemos imaginar. Pero somos los cristianos
los que nos debemos unir en el amor, sin causar divisiones ni críticas, pues mientras
esto sucede, el mal avanza. Unámonos en oración con fe y amor para que todavía
nos dé oportunidad de cambiar, y que las naciones que aún no han escuchado que
tienen a Jesús como salvador, lo lleguen
a conocer y amar.
“Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro
Dios amoroso, para que Él tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos
ayude en la hora de necesidad”. (Hebreos 4.16)
¡Muchas bendiciones!
Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”