“Pero los que confían en el Señor, tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse” (Isaías 40:31)
En
el caminar por esta vida siempre tendremos que enfrentar obstáculos que nos
impiden avanzar, o nos detienen para reflexionar, y así cambiar el curso de
nuestras decisiones a tomar. Nada en esta vida es fácil, tenemos momentos de felicidad
y otros de sufrimiento, pero los resultados que obtengamos, dependerá de la
manera que los enfrentemos. Algunos de los sufrimientos que se viven son
causados por otras personas, pero otros, nosotros mismos nos los ocasionamos, a
causa de la terquedad y el orgullo que nos impide ver con claridad el panorama
que nos espera. Y ello debido a malas decisiones.
Muchas
veces somos impotentes antes ciertas circunstancias que se nos presentan y que
no dependen de nosotros, como la falta
de trabajo, tener malos gobernantes, enfermedades, el sufrimiento de seres queridos y los
desastres naturales. Y los que son causados por otros, como la envidia, la
hipocresía, la calumnia, el robo y otras tantas cosas que es capaz de hacer el
ser humano. Y los causados por nosotros mismos, cuando no tomamos a Dios en cuenta
y no permitimos que su propósito se realice,
pues pensamos que nosotros somos autosuficientes y lo suficientemente
inteligentes como para buscar de Dios, de quien tenemos un concepto totalmente
errado, pues se piensa que Dios es para los religiosos y fanáticos.
La
realidad es que nada somos sin Dios. ÉL nos creó y somos suyos. Que la
humanidad le haya dado la espalda y quiera caminar en rebeldía, es otro asunto.
Pero nos ama y espera pacientemente a que su creación se vuelva a ÉL. Todavía
nos sigue dando oportunidad de cambio, y por tal razón permite que pasemos por
pruebas, pues ellas nos hacen reflexionar, madurar y crecer en la fe y el amor.
Él busca corazones sencillos y humildes para manifestar su gloria, y solamente
se logra a través de las dificultades.
Jesús
dijo: “Les digo todo esto para que
encuentren paz en su unión conmigo. En el mundo, ustedes tendrán que sufrir,
pero tengan valor yo he vencido al mundo” (16.33).
Esta
palabra de ánimo nos la da Jesús porque ÉL más que nadie conoce a quien se enfrenta
la humanidad, al diablo, quien anda detrás de los que aman y creen en el Hijo
de Dios, y engañando a los que no creen, para que vivan en su propia
arrogancia. Jesús venció al diablo, por lo tanto, solamente en ÉL podemos
alcanzar la paz, porque nuestra confianza está depositada en su amor. Pues si
dio su vida por nosotros, ¿cómo no nos dará todas las demás cosas si se las
pedimos con la certeza de que somos sus hijos y nos ama? Él sabe lo que nos
conviene, por esa razón tiene su tiempo de darnos las cosas. Debemos estar
preparados para recibir lo bueno que tiene para nosotros, pero en el proceso,
bendice nuestra alma al ser fortalecida en fe, paciencia, humildad y amor.
En
Isaías 40.31 hay una promesa para los que confían verdaderamente en el Señor. Nos dice que siempre tendremos fuerzas, que no
nos cansaremos ni fatigaremos, y volaremos como el águila. ¿Pero por qué nos
cansamos en la prueba? ¿Por qué nos fatigamos en las dificultades, y nuestra
alma no remonta el vuelo de la fe con fuerza? Debemos reflexionar donde
realmente está puesta nuestra confianza.
Dios
conoce nuestras necesidades espirituales, emocionales y materiales. Dejemos entonces
que ÉL cuide de ellas, pero es necesario que aprendamos a confiar plenamente en
ÉL. Si no recibimos es porque no
pedimos. Y si pedimos, pedimos mal. La manera correcta de pedir es cuando
anhelamos hacer su voluntad y que aquello que recibamos no sea para nuestra
vanagloria.
“Por lo tanto pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán
todas esta cosas” (Mateo 6.33).
¡Muchas
bendiciones!
Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”
Mi confianza en Él - Ambiorix Padilla