“Le dijeron a Moisés. Fuimos a la tierra a la que nos
enviaste. Realmente es una tierra donde la leche y la miel corren como el agua,
y estos son los frutos que produce. Pero la gente que vive allí es fuerte, y
las ciudades son muy grandes y fortificadas. Además de eso, vimos allá descendientes del gigante
Anac” (Números 13:27.29).
Dios
mandó a Moisés a que enviara hombres a inspeccionar la tierra de Canaán, que
era la tierra que Dios le había prometido a su pueblo. Los hombres que fueron
enviados se asustaron al ver que la gente que habitaba era fuerte y gigante.
Humanamente es normal el temor de enfrentarse a lo desconocido. Hay gente o
circunstancias más fuertes que las
nuestras y muchas veces nos hacen perder de vista nuestro propósito. A
estos hombres se les olvidó que era una promesa de Dios y que ellos tenían que
conquistar esa tierra con el respaldo del Todopoderoso.
“Entonces Caleb hizo callar al pueblo que estaba ante
Moisés, y dijo: ¡Pues vamos a conquistar esa tierra! Nosotros podemos conquistarla”
(Números 13:30).
Caleb
era un hombre valiente y con una mente visionaria. Él sabía que Dios los
respaldaba y en ningún momento dudó del poder de Dios. Los hombres que habían
ido a explorar la tierra insistían que era un lugar malo y el miedo los
embargó. “Y se pusieron a decir a los
israelitas que el país que habían ido a explorar era muy malo. Decían: La
tierra que fuimos a explorar mata a la gente que vive en ella, y lo hombres que
vimos allá eran enormes. Vimos también a los gigantes, a los descendientes de
Anac. Al lado de ellos nos sentíamos como langostas, y así nos miraban ellos
también” (Números 13:32).
Josué
y Caleb, hombres de asombrosa fe, vieron las cosas desde otra perspectiva. “Y dijeron a todos los israelitas ¡La tierra
que fuimos a explorar es excelente! Si el Señor nos favorece, nos ayudará a
entrar a esa tierra y nos la dará. Es un país donde la leche y la miel corren
como el agua. Pero no se rebelen contra el Señor, ni le tengan miedo a la gente
de ese país, porque ellos van a ser pan comido para nosotros; a ellos no hay
quién los proteja, mientras que nosotros tenemos de nuestra parte al Señor. ¡No
tengan miedo!” (Números 14: 7.9)
Cuántas
veces hemos actuado como los espías cobardes y miedosos que Moisés envió a
Canaán. Se nos han presentado situaciones en
las cuales pudimos tener logros positivos para nuestras vidas, pero el
miedo nos ha paralizado. Hemos dado lugar a que gigantes se levanten en
nuestras mentes y nos digan que no podemos. La cobardía nos invade a tal punto
de llevarnos a frustrar en el plan de Dios para nuestras vidas.
Esos
gigantes se posesionan de nuestra mente para hacernos creer que somos tan insignificantes que es imposible luchar y triunfar. De
antemano nos damos una respuesta negativa y nos acomodamos dentro de nuestra
conmiseración pensando que somos víctimas de los demás o de las circunstancias.
Se
nos olvida que pertenecemos a Dios y que es Él quien libra nuestras batallas
cuando realmente tenemos fe y confianza en su amor. Josué y Caleb dieron un
informe completamente distinto a lo de los otros hombres. Ellos vieron lo
positivo, vieron una tierra fértil y no se amedrentaron con los gigantes porque
sabían que tenían la protección del Señor.
La
actitud que Dios quiere que tengamos es la de Josué y Caleb. Él desea que
nosotros cumplamos con nuestros propósitos, pero es nuestra decisión, nos dio
libre albedrío. Decidimos confiar plenamente en Él, activar nuestra fe o
dejarnos vencer por los gigantes de la
duda, el miedo, la cobardía, la inseguridad, el doble ánimo, la indiferencia,
la conmiseración, la religiosidad o la ignorancia.
“Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino un
espíritu de poder, amor y de buen juicio” (Timoteo 1:7)
Jesús
venció en la cruz a Satanás y nos dio la libertad. Actuemos con la libertad que
Él nos ha dado y venzamos
con su autoridad a esos demonios
que susurran en nuestra mente para engañarnos e impedir que la gloria de Dios
se manifieste en nuestras vidas.
“A todo puedo hacerle frente, pues Cristo es quien me
sostiene” (Filipenses 4:13).
¡Bendiciones!
Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”