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jueves, febrero 09, 2017

La omnipotencia, omnisciencia y omnipresencia de Dios

“Yo soy el Señor, el Dios de todo ser viviente. Nada hay imposible para mi”. (Jeremías 32:27) 

Dios es Dios, y toda su creación cuenta su gloria. Es maravilloso observar cómo está diseñado el universo, y nuestro planeta perfectamente acondicionado para que el ser humano habite felizmente en él. Dispuso todas las cosas para nuestro bienestar, brindándonos una maravillosa naturaleza con diversidad de especies en la flora y la fauna. Nos dio agua, el sol y la luna, sin los cuales no podríamos vivir. Todo tiene una razón de ser, pero fácilmente olvidamos que por su poder y amor estamos aquí.

Su creación más preciada es la humanidad. Todo en nosotros es perfecto, el cuerpo humano formado de tejidos y células que forman cada órgano que tiene una función específica para darnos vida. El corazón es el motor de nuestro cuerpo, haciendo circular la sangre por nuestras venas y arterias, y el cerebro una computadora donde almacenamos toda la información recibida. Pero no queda ahí, nos dio un alma, donde reside la mente, la voluntad y nuestras emociones. Nos dio la capacidad de pensar, tener sentimientos, y dominarlos con la voluntad.

Nos dio un espíritu, que es el aliento de vida. Cuando tenemos una relación con Dios y permitimos que nos guíe, su Espíritu viene a nuestro espíritu, y de esta manera sujetamos nuestra alma a Él. “Y este mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que ya somos hijos de Dios”. (Romanos 8:16)

Dios es omnipotente, todo lo puede, su poder todo lo abarca. De Él depende toda nuestra existencia. La maldad se ha apoderado del mundo, y parte de la humanidad le ha dado la espalda, pero su misericordia es grande y todavía está dando oportunidad para los que aún no le conocen, lleguen a reconocerlo como su Señor. “Nada de lo que Dios ha creado puede esconderse de él: todo está claramente expuesto ante aquel a quien tenemos que rendir cuentas”. (Hebreos 4:13)

Pasamos por la vida dejándonos llevar por nuestros pensamientos y emociones, y haciendo nuestra voluntad. Nuestra mente nos traiciona, y se acomoda a la corriente de este mundo. Nos olvidamos que pertenecemos a Dios y que ante Él nada pasa desapercibido. Aunque Él nos hizo perfectos, el pecado nos imperfeccionó. “Antes ustedes estaban muertos a causa de las maldades y los pecados en que vivían, pues seguían el ejemplo de este mundo y hacían la voluntad de aquel espíritu que domina en el aire y que anima a los que desobedecen a Dios”. (Efesios 2:1)

El campo de batalla del diablo es nuestra mente, es en ella donde se libran las grandes batallas, y depende de nosotros la victoria, pues Dios nos dio las armas para llevar todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo. Ante nuestro Señor nada es oculto, ni aun nuestros pensamientos y sentimientos. Él sabe cuándo nuestro corazón está herido, triste, o lleno de odio y deseos de mal para otros, y de todo esto daremos cuenta; a menos que haya arrepentimiento sincero y permitamos a Jesús que nos libere.

Muchas veces nos preguntamos por qué hay tanto sufrimiento en la humanidad, o porqué Dios nos permite pruebas muy duras. La verdad es que la mayoría de las aflicciones son por decisiones hechas sin haber tomado a Dios en cuenta. Él desea el bien para cada uno de nosotros, pero nos creemos muy inteligentes e independientes para buscar su voluntad, sin darnos cuenta hemos escogido el camino equivocado, por lo tanto hay dolorosas consecuencias.

“Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo el Señor lo afirmo” (Jeremías 29:11. Para llegar a Dios es necesario tener un corazón sencillo y humilde, reconocer que no somos nada, nuestra vida y todo cuanto hay en ella depende de Él, pues hoy estamos aquí y en cualquier momento le estaremos dando cuenta de lo que hicimos con el don precioso que nos dio, vivir en la tierra para cumplir su propósito. “Pero Dios nos ayuda más con su bondad, pues la Escritura dice: Dios se opone a los orgullosos, pero trata con bondad a los humildes”. (Santiago 4:6)

Nuestra fe debe descansar plenamente en su amor. Dios conoce todas nuestras necesidades más profundas, Él desea suplir aquellas que sabe que son para nuestro bien, pero es necesario someternos a su perfecta voluntad. “En cuanto a ustedes mismos, hasta los cabellos de la cabeza los tienen contados uno por uno. Así que no tengan miedo: ustedes valen más que muchos pajarillos”. (Lucas 12:7)

“¿Adónde podría ir, lejos de tu espíritu? ¿Adónde huiría, lejos de su presencia? Si yo subiera a la altura de los cielos, allí estas tu; y si bajaras a las profundidades de la tierra, también estás allí”. (Salmo 137:7.8)

Siendo Dios omnipotente y omnisciente, su presencia está en todo lugar. Él tiene la capacidad de estar presente al mismo tiempo con todos aquellos que lo busquen en toda la faz de la tierra. Dios es Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en su naturaleza divina se manifiesta en estos tres atributos: la omnipotencia, omnisciencia y omnipresencia. Siendo el Espíritu Santo la manifestación de su omnipresencia.  “Pero les digo la verdad: es mejor para ustedes que yo me vaya. Porque si no me voy, el Defensor no vendrá para estar con ustedes; pero si me voy, yo se los enviaré.  Cuando él venga, mostrará  claramente a la gente el pecado, la rectitud y el juicio de Dios. El pecado se mostrará en que ellos no creen en mí; la rectitud, en que yo voy al Padre y ustedes ya no me verán; y el juicio, en que ya ha sido condenado el que gobierna este mundo”. (Juan 16:7:11)

Es el Espíritu Santo el que nos redarguye de pecado. Jesús vino a salvar al mundo, no quiere que nadie se pierda. Aparentemente, el diablo tiene la victoria, al encontrarse el mundo lleno de tanta maldad y sufrimiento, pero está derrotado y él lo sabe, por esa razón no pierde tiempo. Lamentablemente, la salvación solamente es para aquellos que han reconocido sus pecados y se han arrepentido. Y han hecho de Jesús su Señor.  

Oremos para que la presencia de Dios esté siempre con nosotros, y que nos dé amor y  valentía para llevar su palabra a aquellos que el orgullo les impide rendir su corazón a quien dio su vida para que tengan vida eterna juntamente con Él.


¡¡Bendiciones!!


 Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”