“Con lazos de ternura, con cuerdas de amor, los atraje hacia mí; los acerqué a mis
mejillas como si fueran niños de pecho, me incliné hacia ellos para darles de
comer.” (Oseas 11:14)
Dios es eterno, es el mismo ayer, hoy y por siempre. Su amor no cambia,
Él es la esencia del amor. Dios amó a su pueblo Israel, y a pesar de su
rebeldía, lo sigue amando, y de esa misma manera nos ama a nosotros, tanto que
mandó a su hijo Jesucristo para salvarnos y darnos vida eterna junto con Él.
Con los afanes de la vida, las constantes distracciones que tenemos en
nuestro caminar, perdemos de vista lo que significa su amor y lo que Él espera
de nosotros. Creemos que somos buenas porque pensamos que no le hacemos mal a
nadie, o porque pertenecemos a
determinada iglesia o religión, hacemos obras de caridad, pasamos horas orando
o rezando. Pero lo que Él espera de nosotras es que lo amemos con un corazón
sincero y hagamos su voluntad.
Hacemos su voluntad cuando conocemos su palabra y la hacemos vida. Jesús dijo: "Ama al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu
mente" (Mateo 22:37). Y el versículo 39 dice: "Ama a tu prójimo como a ti mismo" Si obedecemos con estos mandatos podemos
cumplir con todo lo que Él demanda de nosotros. "Haya sobre todo mucho amor entre ustedes, porque el amor perdona
multitud de pecados” (1 Pedro 4:8).
Jesús no es una religión, es nuestro salvador. Él vino a salvar a toda
la humanidad, aún a los que pensamos que no merecen la salvación. Él nos quiere
salvar, vino salvar a los perdidos, y nosotros estábamos perdidas. Debemos
amar, el mundo necesita tanto amor, el Señor quiere trasmitir su amor, pero
espera hacerlo a través de nosotras.
Amemos a nuestros esposos, a nuestros hijos, amemos y honremos a nuestros
padres, a nuestros hermanos y amigos y a todas las personas cercanas. Pero
también a los de afuera, a los que no
nos ofrecen nada. Perdonemos a quienes
nos han ofendido y pidámosle al Señor que nos de la capacidad de amarlos. Jesús
nos mandó a amar a nuestros enemigos, y si lo mandó es porque Él no da la
capacidad desde el mismo momento que decidimos perdonar.
Jesús dijo que no juzgáramos a nadie: "¿Porque te pones a mirar la paja que tiene tu hermano en el ojo,
y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo? Y si tú tienes un tronco
en tu propio ojo, ¿cómo puedes decirle a tu hermano, déjame sacarte la paja que
tienes en el ojo? ¡Hipócrita! saca primero el tronco de tu propio ojo, y así
podrás ver bien para sacar la paja que tiene su hermano en el suyo"
(Mateo 7:5.6).
Si realmente deseamos amar a Dios y a nuestro prójimo, debemos de dejar
de juzgar y señalar, pues eso le toca únicamente a Él, y si creemos que alguien
no está bien, oremos y si se nos permite aconsejemos con amor.
Los maestros de la ley llevaron ante Jesús a una mujer adúltera y
quisieron ponerlo a prueba, pues la ley de Moisés decía que se matara a
pedradas cuando se cometiera adulterio. "Ellos
le preguntaron esto para ponerlo a prueba, y tener así de que acusarlo. Pero
Jesús se inclinó y empezó a escribir en la tierra con el dedo. Luego como seguían
preguntándole, se enderezó y les dijo: - Aquel que esté libre de pecado que le
tire la primera piedra (Juan 8:6.7). Como ninguno se atrevió porque todos
tenían pecados, dice la Biblia que los primeros en irse fueron los más viejos, hasta que quedó solo
con la mujer. "Se enderezó y le
preguntó: -Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado? Ella contestó
-Ninguno, Señor. Jesús le dijo: Tampoco
yo te condeno; ahora vete, y no vuelvas a pecar" (Juan 8:1).
¿Estamos conscientes de nuestros pecados? ¿O estamos solamente juzgando
los de los demás? Hasta que rindamos verdaderamente nuestro corazón es que
vamos a experimentar realmente el amor del Señor en nuestras vidas, pues aunque
él nos ama con pasión, nosotros no le permitimos al Espíritu Santo fluir como
Él desea hacerlo. Si estamos pendiente de lo que los demás hacen o no hacen,
nunca vamos a ser libres para amar.
Si vamos hacerle ver a alguien su pecado hagámoslo con amor, así como
Jesús hizo con la adúltera. Pidámosle sabiduría y seamos una luz que alumbra en medio de la oscuridad.
¡Bendiciones a todas!
Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”