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martes, abril 26, 2016

La gloria de Dios en un corazón rendido

“Por tu amor, oh Dios, ten compasión de mí, por tu gran ternura, borra mis culpas. Lávame de mi maldad! ¡Límpiame de mi pecado! Reconozco que he sido rebelde, mi pecado no se borra de mi mente. Contra ti he pecado y sólo contra ti, haciendo lo malo, lo que tu condenas. Por eso tu sentencia es justa irreprochable tu juicio.” (Salmo 51:1.4)

EL Rey David cometió adulterio cuando se dejó llevar  por sus impulsos y  se enamoró de Betsabé. Ella era la esposa de Urías un siervo del rey. Después de haberla embarazado, trató de  encubrir su pecado, y esto lo llevó a cometer homicidio. Después de haber planificado un plan, decidió que Urías muriera en el frente de una batalla y así quedarse con su esposa.

“Cuando la mujer de Urías supo que su marido había muerto, guardó luto por él, pero después que pasó el luto, David mandó que la trajeran  y la recibió en su palacio, la hizo su mujer y ella le dio un hijo, pero al Señor no le agradó lo que David había hecho.” (2 Samuel 11; 26:27)

El rey David era un hombre que amaba a Dios, era justo y lo agradaba en todo. Antes de ser rey fue pastor de ovejas, tenía un corazón humilde y sencillo, que fue lo que Dios vio al escogerlo como el rey y su ungido. Honraba a al Señor con la música, la poesía, con su valentía ante los combates, y como dirigente del reino.  Pero era un hombre, un mortal igual que todos nosotros, y el diablo se aprovechó de su debilidad para hacerlo caer en los pecados que cometió.

Su pecado tuvo consecuencias muy serias, de las cuales su familia fue muy afectada. Pero él se dio cuenta y se arrepintió ante el Padre con un corazón sincero. Y la palabra del Señor dice que ÉL no desprecia un corazón contrito y humillado. Y es cuando David, arrepentido, volcó su corazón ante el  Señor escribiendo el salmo  51. Un salmo maravilloso donde nos muestra lo que es un corazón verdaderamente rendido a Dios.

Dios no hace acepción de personas, y así como amaba al rey David, de la misma manera nos ama a nosotros. Tanto nos ama que mandó a su hijo JESUCRISTO, para que fuéramos salvos, ya que no es por nuestros propios méritos que llegamos ante su presencia, sino por el sacrificio que Jesús hizo por nosotros  al ser crucificado a causa de nuestros pecados.

La pregunta es: ¿cuánto amamos verdaderamente a nuestro Dios? Lo sabremos cuando tengamos la valentía de examinar nuestros corazones  y darnos cuenta cual es verdaderamente la intención de su búsqueda. Reconocer  si lo estamos buscando con sinceridad, con el fin de honrarlo y obedecerlo o si lo estamos buscando por conveniencia y tratando de ocultar nuestro pecado.  Muchas veces creemos que estamos bien con ÉL porque asistimos religiosamente a la iglesia, cumplimos con obras de caridad y a la vista no le hacemos mal a nadie. Pero la realidad es que es Dios el que examina nuestros corazones y es el Espíritu Santo el que nos abre la conciencia para revelar nuestros pecados.

Es importante conocer su palabra para darnos cuenta  que es lo que el Señor aborrece. Preguntémonos si estamos fallando en el amor, si estamos siendo indiferentes ante situaciones que nosotros podríamos hacer la diferencia, pecados de omisión, callar cuando estamos ante injusticias, si en nosotros existe la hipocresía, la mentira, el chisme, resentimiento, rencor y rechazo. Vicios que nos alejan de su gracia, ostentaciones, vanidades o estamos siendo motivo de escándalo.

Dios escucha la oración de sus hijos, pero la oración sincera que sale de nuestro corazón, y cuando nos rendimos ante su presencia para doblegar las miserias de nuestra alma. Y decirle como David, que tenga compasión de nosotros y que borre nuestros pecados. Es la única manera que seamos libres, pues el pecado nos ata.

Dice la palabra del Señor que el resiste a los  orgullosos. Seamos honestos y reconozcamos nuestras debilidades sin estar juzgando o señalando el pecado de los demás. Cada uno responderemos por nuestras acciones cuando estemos ante su presencia. La salvación es personal, por esa razón es importante rendirnos a ÉL con un corazón arrepentido.

En medio de nuestras debilidades ÉL siempre está ahí, esperándonos pacientemente, con gran ternura, porque aborrece el pecado, pero nos ama con amor infinito. El mundo necesita ver a los verdaderos hijos de Dios. Hay mucha tristeza y dolor en este mundo frio y falto de  amor, pues muchos todavía  no han conocido a nuestro salvador JESUCRISTO. Y nos corresponde a nosotros hacer que deseen conocerlo y amarlo, rindiendo sus vidas para su transformación.

“Cualquiera que reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, vive en Dios y Dios en él"  (1  Juan 4:15.16)

¡Que la bendición del Señor sobreabunde en sus preciosas vidas!


Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”